De hecho, han llegado menos turistas pero ya han dejado más dinero. Pese a que las llegadas hasta abril alcanzaron el 88 % de las de 2019, en el mismo periodo el gasto ya es de un 10 % más. La inflación situó el incremento anual del IPC en turismo y hostelería en el 8 % en el mes de mayo. Los precios de los hoteles, concretamente, han sufrido una subida interanual de cerca del 10 %, llegando a experimentar aumentos de hasta el 33 % en el mes febrero.
Los incrementos más significativos se han visto en los hoteles de dos y tres estrellas, mientras que los de gama superior han registrado subidas más modestas. La rentabilidad hotelera en bruto –costes excluidos– también ha subido, con unos ingresos por habitación disponible un 60 % más altos que hace un año. Además, según el portal de comparación de precios Rastreator, Palma es la ciudad española más cara para viajar este verano: elegir la capital balear para pasar una semana de agosto cuesta 2.382 euros de media, lo que supone 918 euros más que la media nacional, de 1.464 euros. En el extremo opuesto de Palma, Santa Cruz de Tenerife (888 euros), Las Palmas (983) y Sevilla (1.128) son las ciudades más baratas.
El gasto escandinavo
Según datos del Instituto Balear de Estadística (Ibestat), el gasto medio en el mes de abril de 2019 del visitante internacional fue de 917 euros; en abril de este año esa cifra había ascendido a 1.128 euros. Entre los principales mercados, los nórdicos están encabezando la lista de los más gastadores (1.325 euros por turista), seguidos de los suizos (1.235) y los británicos (1.170), que superan en este apartado a los alemanes (1.107). El ahorro acumulado durante estos dos últimos años facilita que los visitantes lleguen con ganas de gastar y asumiendo sin demasiado problema el encarecimiento generalizado que está azuzando la guerra de Ucrania. Sin demasiado problemaes un decir, ya que varía según el mercado. En el caso del turista español, este está encontrando unos precios prohibitivos que podrían llegar a ahuyentarlo de Balears en busca de destinos más económicos. El visitante nacional gasta menos de la mitad que el internacional: 543 euros por persona, unos 90 euros más de lo que gastaba en 2019.
Con todo, la inflación contendrá la rentabilidad real del negocio turístico, ya que los costes de mantenimiento de instalaciones y servicios no permitirán los beneficios previstos a principios de año. Jaime Monserrat, consejero delegado de la distribuidora de alojamiento turístico Dingus, indica que «hay recuperación y crecimiento de la demanda pero la inflación va a tener un impacto importante sobre la rentabilidad: difícilmente se van a recuperar los niveles de beneficio necesarios para poder invertir». Ese nivel de ganancias, asegura, podría retrasarse hasta el año 2024. El presidente de la Asociación Balear de Viviendas y Apartamentos Turísticos (Habtur), Toni Barceló, señala que con el aumento de los precios se pretendía compensar las pérdidas de las dos últimas temporadas, aunque los beneficios «se van a ver diluidas por el encarecimiento de los costes: no creo que se refleje en la rentabilidad del negocio».
Por su parte, desde el Govern se celebra que se esté logrando atraer a un turista «que gasta más» y que el alza de los precios no se esté traduciendo en una disminución de las llegadas, sino todo lo contrario. El conseller de Turisme, IagoNegueruela, indica que aún es pronto para saber qué afectación real tendrá la inflación sobre la rentabilidad empresarial, aunque subrayó que, pese a que tal vez no se alcancen las cotas previstas hace unos meses, la temporada va a arrojar «un balance final muy positivo».
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