El cuarto Ejecutivo: entra Bel Busquets y se convierte en el gobierno europeo con más mujeres.

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La tercera remodelación del Govern de Armengol –que se oficializó el lunes con la entrada en el Ejecutivo de Bel Busquets– vino provocada, como las anteriores, por Més. Ha ocurrido así desde abril de 2016, cuando la entonces consellera de Participació, Transparència i Cultura, Esperança Camps, dejó el cargo por desavenencias con las directrices que le marcó Més per Menorca y que se resistió a cumplir.

La salida de Camps del Ejecutivo provocó el mayor cambio de los que se han producido hasta ahora. La presidenta del Ejecutivo no se limitó únicamente a sustituir a Camps y Armengol, aprovechó el estado de salud del entonces conseller de Territori, el ibicenco Joan Boned (PSIB), para tomar una decisión de calado político: incorporar al Ejecutivo a la entonces portavoz socialista y diputada de su entera confianza, la también ibicenca Pilar Costa.

La nombró consellera de Presidència y el hasta entonces titular de ese departamento, el menorquín Marc Pons (también del PSIB), ocupó el puesto de Boned. Armengol pensaba en Costa desde el año anterior. Pensaba en dar más relieve político y de coordinación al departamento.

Para sustituir a Camps, Més eligió a Ruth Mateu, que ya formaba parte del equipo de la consellera Camps, aunque siempre exhibieron sus diferencias. Lo que no se podía prever entonces es que Mateu dimitiría un año después. Asumió la responsabilidad política de las contrataciones de diferentes conselleries de Més con empresas del exjefe de la campaña de la formación ecosoberanista en Mallorca, Jaume Garau. En esa remodelación cayeron los altos cargos de la conselleria que habían continuado con Mateu.

Camps nunca ha querido reflexionar sobre eso después de su caída pero excolaboradores han señalado que ha quedado claro que la periodista (que ahora ocupa un cargo de dirección en la televisión autonómica valenciana) tenía en su contra a quienes luego han aparecido vinculados a esas contrataciones. Al caer Mateu, el PSIB recelaba de la falta de controles y unió a la Conseleria de Presidència el departamento de Transparència, aumentando otra vez su peso político.