TWL

Los fabricantes de automóviles europeos y los hoteleros isleños tienen en común haber contado con potentes lobbies con gran capacidad de influencia en la Comisión Europea y en el Govern Balear respectivamente. En ambos casos la política empresarial implementada directamente, o a través de las correspondientes regulaciones obtenidas, ha sido restringir la competencia expulsando a la oferta menos rentable. En el caso de las compañías automotrices, a base de introducir normativas crecientemente exigentes en materia de seguridad y medioambientales, han provocado la práctica desaparición de los pequeños utilitarios accesibles al gran público. La oferta se centra ahora en grandes y costosos SUV’s generadores de rentabilidades superiores.

En el caso de los hoteles se ha conseguido que casi no queden establecimientos de categoría inferior. Es decir, han desaparecido aquellos que podían ofrecer estancias a precios contenidos. Como en el caso de los coches, la oferta hotelera se centra ahora en los segmentos de más alto precio y rentabilidad. La regulación también ha jugado un papel esencial en todo este proceso. A primera vista no parece una política empresarial errónea. Pues, aparentemente, vendiendo menos coches, aunque de mucho mayor tamaño, se gana más dinero. Exactamente igual que ocurre con los visitantes de las Islas. Menos turísticas que consumen y gastan mucho más de todo. No obstante, puede que este análisis no sea del todo correcto si se observan con detenimiento los resultados reales más recientes.

Hubo un tiempo en que los fabricantes de coches incorporan novedades a cada generación de nuevos modelos (dirección asistida, mando a distancia, aire acondicionado, frenos ABS, etc.) que se convertían en una «razón de compra». Los autos más viejos quedaban obsoletos. Pero desde hace lustros, no hay innovaciones parecidas por lo que un vehículo de hace diez o quince años es esencialmente muy parecido a uno actual. Tal vez por esta razón las marcas llegaron a la conclusión que podrían llegar a los segmentos de menos pudientes a través de incorporar a sus catálogos y concesionarios oferta de ocasión. El resultado la estrategia de sólo precios elevados está siendo, paradójicamente, el envejecimiento del parque automovilístico, al tiempo que se produce una profunda crisis en todo el sector que obliga a traumáticos despidos y cierres de plantas. La competencia de los productores chinos ha encontrado un filón en los clientes más sensibles a las tarifas.

Casi de forma paralela, el sector hotelero insular también apuesta casi exclusivamente por los precios elevados, relegando a los clientes de menor poder adquisitivo a la oferta extra-hotelera. Una oferta que, como era lógico esperar, ha crecido de forma espectacular, aunque de momento, y a pesar de que las quejas van en aumento, todavía no parece que afecten gravemente a los beneficios empresariales. Los productores europeos de coches apuestan ahora más regulación en forma de aranceles. Los hoteleros por el endurecimiento de las restricciones del alquiler vacacional. En fin, tal vez sin el comodín de los lobbies regulatorios la historia sería muy distinta.