Dos elementos son prioritarios, la empatía y el respeto. La clave es sencilla compromiso y responsabilidad común compartida. Me equivoque diciendo esto de «sencillo», porque de sencillo tiene poco ¿Quién dedica más tiempo? ¿Quién está presente cuando aparecen conflictos? ¿Quién se lleva los problemas a casa, y ello le inquieta? Igual la empresa la sienten y viven de diferente manera. Centrarse en las características y cualidades de los socios, igual será lo primero a realizar. Cada uno, seguramente es bueno en algo. Alabemos entonces el valor añadido que aportan. Entender que se tiene la obligación de ponerse de acuerdo, aderezado de altas dosis de paciencia, comprensión y diplomacia familiar absoluta. La gestión emocional será fundamental, pero ésta no será suficiente si no existe una comunicación sincera entre los miembros. Hablen, hablen, escriban, discutan si es necesario dirigiéndose siempre al producto, a la tarea en cuestión, no a la persona. Evite recriminaciones y confrontaciones estériles y dañinas. Gire el discurso y proponga otros puntos de vista sin imponerlos.
Ponga los recursos individuales suficientes para facilitar la toma de decisiones compartida. La escucha activa será su mejor aliada, y no dude en preguntar tras ella. El relevo generacional punto estrella en la dinámica grupal, conlleva confianza en los nuevos miembros que vienen, disminución del deseo de control del antiguo, y evolución hacia las demandas actuales. Ceder, dejar, delegar, confiar y sobre todo, vuelvo a escribir «respetar» No olvide intentar resolver con la palabra bien dicha, en el momento y lugar oportuno. Separe lo profesional de lo personal, pero conserve y respete los valores familiares de la empresa, probablemente creada con mucho esfuerzo por otros/as que igual ya no están.
