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La sensación de congestión turística que existe actualmente en Balears nos ha llevado a un proceso de análisis y de reflexión sobre cómo debemos actuar frente a lo que hemos venido en llamar la masificación turística. Existe una fértil literatura científica turística que nos describe el proceso por el que estamos atravesando y nos advierte frente a los peligros de la inacción o del exceso de celo a la hora de tomar decisiones.

¿Tienen límites los destinos? Si dependen de unos recursos o atracciones con un stock limitado como son la naturaleza, monumentos o el espacio, los destinos tienen un aforo o uso máximo. El limite aceptable de turistas en un destino es su capacidad de carga (el número máximo de persona que pueden utilizar un lugar sin que se produzca una alteración inaceptable de su entorno físico ni una disminución inaceptable de la calidad de vida de sus ciudadanos y de la experiencia de sus visitantes). Por tanto, estimar la capacidad de carga es determinar cuántos turistas caben en un destino sin que su entorno natural sufra de manera irreversible, sin que los ciudadanos vean alterada de forma inaceptable su vida y sin que los turistas vean defraudas sus expectativas. La sostenibilidad natural, económica y social aparecen así cuantificadas.

¿Qué ocurre si sobrepasamos los límites? Autores como Cohen, Doxey, Plog, Stansfield o Butler especialistas en la evolución de los destinos resaltan la tendencia natural de los destinos a sobrepasar su número máximo de visitantes y entrar en declive. Como decía Plog, los destinos turísticos llevan desde su inicio las semillas de su autodestrucción.

Por ejemplo. Hay casos emblemáticos como Atlantic City (New Jersey), unas dunas de arena apenas transitadas por contrabandistas hasta mediados del siglo XIX que gracias al ferrocarril pasaron a ser el destino turístico más visitado de los Estados Unidos a finales del Siglo XIX (lugar de veraneo del presidente Grant). Pero tras su éxito inicial, el destino entró en decadencia tras la primera guerra mundial hasta convertirse en uno de los 50 condados más pobres de los EE.UU en los años 60. Su intento de recuperación mediante la legalización del juego para competir con Las Vegas tuvo un limitado éxito. Otros muchos destinos como la Isla de Man, Vichy, Scheveningen o localidades del Sur de Inglaterra han sido estudiados como destinos exitosos entrados en decadencia. Butler y después otros muchos autores describen esta evolución como el ciclo de vida de las áreas turísticas. La literatura del Tourism Area Life Cycle (TALC) es muy fecunda y es uno de los axiomas más repetidos al estudiar los destinos turísticos.

En su articulo, Butler (1980) señala que los destinos al alcanzar su capacidad de carga tienden a estancar su crecimiento, pero deja abierta la etapa de pos-estancamiento a varias posibilidades. Algunos destinos se reinventan con nuevas atracciones o turistas (rejuvenecimiento), otros sobreviven alrededor de su nivel máximo de visitantes reinventándose continuamente (destinos maduros), algunos se reestructuran en un tamaño inferior, mientras que un último grupo entra en declive y se extingue. Dentro de este último grupo, algunos usan sus infraestructuras para convertirse en zonas urbanas (Scheveningen, Vichy) mientras que otros dan lugar a espacios abandonados y derruidos (reliquias turísticas).

El proceso es fácil de entender. Un destino que crece demasiado pierde su atractivo y deja de recibir turistas. Sus empresarios turísticos empiezan a bajar precios para intentar llenar sus hoteles, restaurantes o atracciones con ofertas que apenas cubren sus costes variables. Tras varios años de guerra de precios sus activos se deterioran por falta de inversión y pierden su atractivo frente a otros destinos, atrayendo a un tipo de turista con cada vez menor poder económico. Las autoridades locales intentarán ayudar a las empresas, pero sus menores ingresos por el cierre de negocios apenas les permiten invertir y cubrir sus necesidades. El destino entra así en un circulo vicioso como ocurrió con Atlantic City hasta que su intento de rejuvenecimiento.

Pero no solo el declive es peligroso, anticiparse al declive, con medidas limitativas que culpen de todos los males al turismo y a sus empresarios puede acabar por convertirse en una profecía autocumplidora. La innovación, creatividad y el dinamismo de los agentes de un destino pueden ampliar con sus soluciones la capacidad de carga de un destino, si las cercenamos nos acercamos al declive. La imagen peyorativa sobre el turismo que algunos afectados, grupos de interés y medios de comunicación transmiten al resto de ciudadanos afecta a la percepción del turismo y a las experiencias de los visitantes pudiendo conducir a políticas restrictivas que acerquen al destino al declive. En conclusión: debemos ser muy cuidadosos no solo con lo que se hace si no con lo que se deja de hacer cuando gestionamos un destino. Son decisiones muy complejas.