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Suena a maldición bíblica, pero es un resultado previsible de un inédito crecimiento de población en el planeta, que muchos ecologistas y también economistas han advertido desde hace decenios. Las actuales protestas de agricultores y ganaderos de Europa han dado una nueva y potente señal de agravios a campo y ganado ante los organismos públicos de la UE y de sus estados miembros, debido al escaso PIB generado globalmente por el sector primario frente al auge de la contribución de otros sectores, en especial el de servicios. España y en especial Balears son un caso evidente de un próspero desarrollo económico del sector terciario en el año 2023.

Precisamente este fuerte contraste de desigualdad de rendimiento básico del campo, mermado por la poderosa intermediación y distribución de grandes empresas alimentarias, así como la competencia desleal de importaciones de países no UE en 2023, ha activado las manifestaciones con tractores de estos días. Es una reclamación de «fair play» para un sector acosado por graves problemas como la crisis climática, la despoblación del ‘interior’, las catástrofes meteorológicas y el insuficiente relevo generacional. La escasez de lluvias y aguas freáticas, agravado por el minifundismo, están arruinando un sector básico.

Desde un punto de vista macroeconómico es interesante ver la evolución de la agricultura, ya que ha sido considerada como básica en la creación del pensamiento liberal en Europa, gracias a los fisiócratas franceses, como el médico Quesnay (1694-1774) al decir que era la única actividad que representa un beneficio, ya que la naturaleza crea bienes gratuitos que los poderes públicos deben proteger con libertad. Pero esta idea pronto perdió interés y en cambio el «laisser faire, laisser passer» del liberalismo en materia económica tuvo gran éxito con Adam Smith (1723-1790). Casi el 90% de la humanidad vivió de la agricultura hasta el siglo XIX, lo que suponía una proporción similar del asentamiento de población activa en el campo, todo lo contrario que desde el XXI con el auge del urbanismo y del vaciado del campo.

Ha habido otro tipo de revoluciones agrícolas en Europa, en especial en Gran Bretaña, justo antes de la revolución industrial del siglo XVIII, por grandes propietarios y ganaderos que hicieron innovaciones experimentales y roturaciones para ganar nuevas superficies cultivables, reducir el barbecho y construir cercados, lo que perjudicó a los pequeños campesinos libres. Más tarde estos grandes terratenientes perdieron sus bienes en favor de una burguesía enriquecida. El resultado fue fomentar el actual minifundismo de gravosa explotación, que es la realidad del campo en Balears con escasez de jóvenes en el sector agrario básico. La paradoja de Balears es que en 2023 se batió el récord de producción de servicios turísticos, mientras que ha sido también un año récord de malas cosechas y crónicos factores negativos como el coste de la insularidad, el exceso de burocracia y la escasa promoción del producto local para el turismo.

En este contexto, ha sido oportuna y significativa la conferencia organizada por el Club Ultima Hora y el Cercle d’Economia con el gobernador del Banco de España sobre el cambio climático y sus implicaciones económicas y financieras. Se calcula que el impacto sobre el PIB en 2030 será de un 9% en España y en consecuencia habría que adoptar medidas de política distributiva que compensen a los sectores básicos afectados como el primario. Espero que pronto tengamos una estimación similar para Balears y una propuesta de asignación especial con fondos del Impuesto del Turismo Sostenible. Sería una muestra de solidaridad de nuestro motor económico (turismo) para el sector primario que además realiza una gran labor de mantenimiento del paisaje y sufre también la actual crisis medio ambiental.