Al poco de aparecer los datos de turistas del mes de julio empezaron los lamentos advirtiéndonos de la previsible hecatombe. Antes de salir los de agosto publiqué en este medio un artículo en el que señalaba que, a pesar de “pintar bastos” -el increíble y único conjunto de situaciones negativas que tuvieron lugar este verano- el sector turístico balear y el español en su conjunto estaban demostrando una gran resistencia.
En agosto también hubo descenso, pero mínimo, aunque los lamentos se habían extendido. Algunos señalaban que “los peores augurios se están cumpliendo”, “las cifras son un rejonazo muy serio al futuro del país”. Realmente dramático.
A comienzos de octubre El Económico tuvo la bondad de acoger otro artículo mío, “No lloren más por el turismo”, recordando que incluso el gasto de los británicos, con una libra devaluada por el brexit, estaba subiendo. Indicaba que la situación mejoraría en los últimos meses del año por el mejor clima de nuestro Mediterráneo y mejor oferta complementaria.
Al final 2018 sería, en cifras de turistas, en el peor de los casos el segundo mejor de la serie, pero se alzaría al primer puesto medido en gasto total, gasto medio y gasto diario. Hoy ya podemos clamar que, en muchos parámetros, este es el mejor año en la historia del turismo español.
Un resumen sería el siguiente: Han venido menos familias alemanas y británicas por la más adecuada y económica oferta turca –un ligero ahorro multiplicado por cuatro es un ahorro importante-, han dejado de alojarse en gran medida en viviendas que contrataban en su propio país y cuyos propietarios no declaran esos ingresos a Hacienda. Por eso sube especialmente el gasto diario. El promedio sube al dejar de contabilizarse los que gastaban menos.
Excluyendo a las familias, el resto del mercado británico ha funcionado correctamente, un poco peor el alemán. Se han mantenido las corrientes procedentes del resto de los países, con algunos crecimientos importantes como el de los norteamericanos, que han disfrutado de un dólar alto. El turismo nacional ha reflejado la recuperación económica.
Como señala el propio presidente de los hoteleros, tanto el nivel de ocupación como el ingreso por habitación ocupada y la rentabilidad están en línea con lo esperado. El empleo en el sector ha crecido. Y también los salarios, aunque modestamente. Llevamos varios años sin una huelga de importancia.
Las compañías aéreas ofrecen resultados positivos, lo que no es lo habitual en ese sector, y anuncian crecimiento para el próximo año. Los hoteleros, especialmente los mallorquines, han realizado fuertes inversiones en la mejora de destinos maduros.
Ha mejorado la famosa desestacionalización, con muy buenos resultados en los últimos meses del año.
Emergen destinos de ciudad como Madrid, Palma, Bilbao o Valencia. Pero el fenómeno más importante del año ha sido el del exceso de turismo en ciertos destinos que ha provocado la mal llamada “turismofobia” como reacción de los locales y que es una amenaza para el futuro, pues lo que menos les gusta a los turistas de un destino es que haya muchos turistas.
Hemos crecido, pero menos que el mercado mundial y que nuestros competidores, por lo que nuestra cuota de mercado baja. La aportación neta al conjunto de la economía también fue inferior a la del año pasado. 2019 no se presenta fácil, pero ahora que estamos en la alta llanura no se esperan fuertes oscilaciones hacia arriba o hacia abajo.
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