Zorros, osos, leopardos... Los carnívoros que los humanos prehistóricos convirtieron en comida

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El consumo humano de mamíferos carnívoros en la prehistoria es un tema poco estudiado dentro de la arqueología. Sin embargo, un reciente estudio publicado en la revista Quaternary Science Reviews ha sacado a la luz los casos más antiguos de consumo de mamíferos carnívoros por parte de los humanos prehistóricos en la península ibérica, y posiblemente en el mundo. La investigación, realizada por el estudiante del Máster en Arqueología del Cuaternario y Evolución Humana de la Universitat Rovira i Virgili (URV), Joel López Parés y la doctora Isabel Cáceres Cuello de Oro, recopila y analiza todos los registros conocidos de carnicería y consumo humano de mamíferos carnívoros durante el Paleolítico y el Epipaleolítico/Mesolítico en la región.

Entre los hallazgos documentados más relevantes, se encuentra el consumo de un zorro y un oso hace entre 900.000 y 800.000 años, asociado a Homo antecessor, en el nivel TD6 del yacimiento de Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca (Burgos). Se trata de los registros más antiguos de este tipo en el mundo, lo que refuerza la idea de que los homininos primitivos ya interactuaban con los grandes depredadores de su entorno, no solo como competencia, sino también como fuente de alimento.

El estudio destaca la importancia de reunir y analizar datos dispersos sobre esta práctica, que hasta ahora no había sido objeto de una investigación detallada. Los autores subrayan que estas evidencias zooarqueológicas pueden aportar información relevante sobre la evolución del comportamiento alimenticio de los homínidos y su papel dentro del ecosistema.

Las razones detrás del consumo de carnívoros

«Aunque el consumo humano de los mamíferos carnívoros existió a lo largo de la prehistoria en la península ibérica, no fue una práctica muy común, ya que la mayoría de las presas habituales eran mamíferos herbívoros», explica el investigador en una entrevista a 20minutos.es. Joel López Parés e Isabel Cáceres han propuesto cuatro interpretaciones principales que explican por qué los humanos prehistóricos cazaban y consumían mamíferos carnívoros.

  • 1. Recurso de emergencia: los carnívoros podrían haber sido consumidos en períodos de escasez de presas principales, como ciervos o bóvidos.
  • 2. Recurso multifuncional: además de la carne, los humanos podían aprovechar la piel, huesos, garras y dientes de los carnívoros para herramientas y vestimenta.
  • 3. Competencia interespecífica: los encuentros entre humanos y grandes depredadores podían derivar en situaciones de conflicto en las que los carnívoros eran eliminados y posteriormente consumidos.
  • 4. Uso ritual o simbólico: algunos carnívoros podrían haber sido cazados por su valor ritual, una práctica común en diversas culturas prehistóricas.

Sobre esta última hipótesis, Joel López Parés destaca que, aunque es difícil demostrarlo de forma concluyente, hay evidencias que sugieren que ciertos carnívoros podrían haber tenido un significado especial para los humanos. «El consumo simbólico de depredadores existe en muchas culturas tradicionales y no podemos descartar que algo similar haya ocurrido en la prehistoria», apunta.

¿Qué especies fueron más consumidas?

El análisis muestra que los cánidos fueron el único grupo de carnívoros consumidos en todos los períodos estudiados. Desde el Paleolítico Inferior hasta el Epipaleolítico/Mesolítico, hay evidencias de consumo de zorros (Vulpes praeglacialis y Vulpes vulpes) y lobos (Canis lupus). En el Paleolítico Medio, aparecen casos en yacimientos como Axlor (Vizcaya) y Cova del Bolomor (Valencia), mientras que en el Paleolítico Superior y el Mesolítico los zorros fueron cazados y consumidos con más frecuencia.

Joel López Parés sugiere que la abundancia de restos de cánidos en comparación con otros carnívoros puede deberse a su comportamiento gregario. «Los lobos y zorros, al vivir en grupos, eran más fáciles de encontrar y cazar en comparación con felinos solitarios», explica.

Lo que no significa que no se hayan encontrado evidencias de consumo de félidos, como linces (Lynx spp.), gatos monteses (Felis silvestris), leopardos (Panthera pardus) y leones (Panthera leo spelaea). Algunos de los yacimientos con restos de felinos incluyen Abric Romaní (Barcelona), Cova del Bolomor (Valencia) y Cueva de Nerja (Málaga). La mayoría de estos hallazgos datan del Paleolítico Medio y Superior.

¿Cómo influyó el consumo de carnívoros?

Los investigadores sugieren que la caza y el consumo de mamíferos carnívoros pudieron haber reflejado cambios en la estrategia de subsistencia de los humanos prehistóricos. Durante el Pleistoceno Inferior, hace aproximadamente un millón de años, especies como Homo erectus y Homo antecessor fueron algunos de los primeros homininos en ocupar el rol ecológico de grandes depredadores. Su consumo ocasional de otros carnívoros, como zorros y osos, podría ser una prueba de su transición hacia una posición dominante en la cadena trófica.

En el Pleistoceno Medio e inicios del Pleistoceno Superior (hace entre 500.000 y 40.000 años), los preneandertales y posteriormente los neandertales intensificaron la caza de grandes mamíferos carnívoros, incluyendo leones, osos y hienas.

Sin embargo, con la llegada de Homo sapiens a la península ibérica hace aproximadamente 40.000 años, se observa un cambio en la estrategia de caza, ya que Homo sapiens cazó con más frecuencia especies pequeñas y medianas, como zorros, lobos, gatos monteses y linces, mientras que en periodos anteriores se había registrado la caza de grandes carnívoros.

Este cambio pudo deberse a una mayor diversificación en la dieta de Homo sapiens, que le permitió adaptarse a distintos entornos con mayor flexibilidad. En paralelo, a finales del Pleistoceno Superior, muchos grandes mamíferos carnívoros de la región, como los leones y las hienas, se extinguieron, dejando a los osos pardos como los únicos supervivientes de ese grupo en la península ibérica.

Tecnología y estrategias de caza

Entre los tipos de evidencias de consumo humano de carnívoros en los restos óseos se han analizado marcas de corte hechas con herramientas líticas, marcas de dientes humanos, fracturas de hueso en estado fresco, huesos quemados y desprendimiento de hueso inducido por la mano.

Las herramientas utilizadas variaban según la época. En el Paleolítico Inferior, los Homo antecessor usaban lascas olduvayenses, pequeños cuchillos de piedra afilada. Con los neandertales, aparecen las primeras lanzas de madera y bifaces para la caza mayor. En el Paleolítico Superior, el Homo sapiens introduce arcos, flechas y arpones, lo que facilita la caza de presas más ágiles.

«La relación entre los humanos prehistóricos, la tecnología y la fauna es clave para entender cómo evolucionó la caza. No es lo mismo enfrentarse a un conejo que a un bisonte, y las herramientas reflejan esas diferencias en la estrategia de caza», aclara Joel López Parés.

Una nueva ventana a la evolución humana

Este estudio, pionero en su campo, ofrece una visión novedosa sobre la relación entre los humanos y los mamíferos carnívoros a lo largo de la prehistoria. Más allá de documentar la caza y el consumo de estos animales, sus hallazgos plantean nuevas preguntas sobre la evolución de las estrategias de subsistencia, el papel de los humanos como grandes depredadores y los cambios en los ecosistemas con la desaparición de los carnívoros de gran tamaño.

Aunque el trabajo realizado no permite identificar si los restos óseos analizados eran ancestros directos de los perros o gatos domésticos, preguntamos a Joel López Parés si el consumo de estos carnívoros podía ayudar a tener más información sobre el proceso de domesticación de los animales que conocemos hoy en día. «Desgraciadamente, no podemos responder esta pregunta con seguridad, ya que este no era el objetivo de nuestro estudio», admite Joel López Parés que, sin embargo, reconoce que la cuestión podría abrir una interesante línea de investigación en el futuro: «Podríamos analizar si existen diferencias en el uso como alimento de las especies de carnívoros que hoy tienen poblaciones tanto salvajes como domésticas, como los lobos y los gatos, en comparación con aquellas que solo tienen poblaciones salvajes».

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