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Los apellidos de origen celta en España son vestigios vivos de la rica historia de la península antes de la romanización, debido a que la Céltica hispana compartía espacio con otras culturas. A pesar de la conquista romana, la impronta celta persiste en la actualidad, evidenciada en algunos apellidos que han resistido el paso del tiempo.

La toponimia juega un papel crucial en la formación de estos apellidos celtas. Ejemplos como "Arzúa" (posiblemente de origen toponímico) o "Freire", derivado de lugares específicos, ilustran la conexión directa con la geografía y la historia de la Céltica hispana. Otros apellidos, como "López," derivado de "Lope," reflejan la influencia lingüística y cultural de los celtas en la península, arraigándose en la etimología latina.

La romanización, a pesar de su dificultad, no borró la presencia celta en España y apellidos como "Marín" o "Mariño" conectan con el mar, sugiriendo una herencia ligada a la navegación, mientras que "Quiroga", de origen toponímico gallego, mantiene viva la memoria celta en la geografía española.

Estos apellidos son más que simples etiquetas; son vínculos directos con una época en la que los celtas eran una fuerza dominante en la península Ibérica, dejando un legado que perdura en la identidad española.