Zelenski sigue perfilando su estrategia para lograr una paz aceptable para su país y ha anunciado esta semana que el próximo mes de septiembre presentará al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, un "plan para la victoria". Pese a que no se conoce la integridad del documento, el mandatario ha adelanto que el plan pretende aclarar el papel que desempeñarán Rusia y Ucrania en la arquitectura de seguridad internacional y tendrá también un aspecto económico sobre el día después de haber alcanzado la paz.
Por ello, Kiev espera celebrar una segunda cumbre de paz antes de final de año. Y esta vez con la presencia de Rusia, algo que el Kremlin no parece dispuesto. "Los acuerdos vendrán cuando ambas partes consideren que no pueden ganar más por la vía militar", afirma a 20minutos el analista e investigador de Diacronía Oleg Lukin. "Que una de las partes proponga un acuerdo sabiendo que la otra no lo aceptará, significa que no existe ninguna propuesta realmente", añade.
Desde hace varias semanas la situación en el terreno está más activa que nunca. El Ejército ucraniano sorprendió emprendiendo una ofensiva sobre la provincia rusa de Kursk, donde se estima que han ocupado un centenar de localidades y cerca de 1.300 kilómetros cuadrados de territorio. Sobre las implicaciones de este hecho y la manera en la que puede influir en un futuro, Zelenski ha admitido que es uno de los pilares del plan de paz. "¿Está la operación de Kursk relacionada con la segunda cumbre? Sí, porque la operación de Kursk es uno de los puntos del plan de Ucrania para la victoria", ha reconocido el mandatario ante la prensa.
"En un primer momento, todas las interpretaciones de la ofensiva se analizaban como una forma de sacar el foco de atención ruso del Donbás, pero está claro que no ha pasado", dice a este medio Álvaro de Argüelles, analista de El Orden Mundial. "Hay posibilidades de que Ucrania use ese territorio como baza negociadora y se lo devolviera a la Federación a cambio de que Putin renunciara a determinado territorio dentro de Ucrania. No se puede descartar nada, pero sí se observa una aparente voluntad ucraniana de retener el territorio". En las últimas semana se ha podido observar como Ucrania está construyendo instalaciones defensivas y se está minando parte de las zonas que controlan los ucranianos y que en el sentido contrario, Rusia está construyendo líneas defensivas muy adentro de su territorio.
¿De qué forma podría darse esa cesión de territorio?
Sobre si la incursión en Kursk empujaría a Rusia a negociar, los expertos consultados no lo tienen claro y apuntan a varios puntos que podrían influir. "Negociar con la ocupación de una región rusa sería admitir dicha conquista y su importancia estratégica, que (en el caso de Kursk) apenas la tiene. Esto es muy difícil que ocurra con Putin, quien niega cualquier realidad pública que dañe su imagen", apunta Lukin, que añade que Putin querrá negociar "cuando un acuerdo de paz no amenace su presidencia, lo que va unido a su propia seguridad".
Para De Argüelles, la cesión de territorios de manera definitiva es más plausible que la opción de una cohabitación entre los dos países, algo que "ya se intentó y resultó un fracaso". "Los Acuerdos de Minsk buscaban una fórmula conjunta en la que Ucrania controlaba las fronteras y a su vez se hacía unas elecciones locales sobre un estatuto especial para el Donbás y una monitorización de la OSCE. La posibilidad de una especie de cosoberanía o control compartido de esas regiones no salió adelante", explica el analista, que puntualiza que esto hoy tiene todavía menos sentido. "Rusia ya tiene control efectivo de buena parte de ese territorio y ha modificado sus pretensiones. Ya no queda nada de ese relato de minorías, rebeldes prorrusos o de repúblicas populares, sino que ahora la postura oficial de Rusia es que esos territorios son parte de la Federación Rusa", añade.
En este sentido, la adhesión de los territorios ocupados de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia (además de Crimea en 2014) hace más complicada esa cesión de alguno territorio en una futura negociación. En el año 2020 Rusia enmendó la Constitución para prohibir la cesión de territorios rusos a potencias extranjeras. Para la ley rusa esos territorios son tan parte de la Federación como lo son Moscú y San Petersburgo. "Otra cosa es que se salten su propia ley, que no sería la primera vez", advierte Lukin. "A pesar de las declaraciones del Kremlin, los rusos no ven los territorios de Zaporiyia y Jersón como rusos. Las regiones que no son fronterizas con Ucrania ven la guerra muy lejana".
No ocurre lo mismo con el resto de territorios anexionados. "Para Putin Crimea es sagrada. Es la razón inicial de esta guerra, que tuvo su inicio en 2014. Donetsk y Lugansk son secundarios, pero precisamente permiten crear un corredor terrestre. Además, también son muy importantes apoyando la narrativa bélica contra Ucrania. Según la propaganda, son territorios que Rusia debe proteger porque allí hay rusos", explica el analista de Diacronía.
Cómo puede afectar a Putin y Zelenski
La cesión de algunos territorios podría "molestará a los más patriotas, que ya vienen dolidos desde el mal desempeño bélico y cuya insatisfacción se canalizó en la ahora ausente figura de Prigozhin (exjefe del Grupo Wagner)", dice Lukin. Señala, además, que las encuestas, pese a mostrar el supuesto apoyo a la guerra y al presidente, también manifiestan que los rusos quieren que la guerra termine cuanto antes; aunque "lo importante es cuándo querrá ceder el Kremlin".
Putin ha mantenido una gran capacidad de sobrevivir a toda clase de desafíos a su liderazgo y sus decisiones no han tenido grandes consecuencias. Vemos ejemplos Ejemplos en el desafío político del Grupo Wagner, la retirada del Ejército ruso de Jersón o la reciente operación en Kursk, que con la doctrina nuclear rusa podría haber tenido justificado incluso usar este armamento. "Putin tiene capacidad de absorber los golpes. Si es capaz de llegar a un control pleno del Donbás, algo a lo que cada vez se acerca más, de mantener Crimea y de consolidar un corredor terrestre hacia la península, podría presentar la guerra como una victoria", dice De Argüelles.
En Kiev, la principal incógnita sería saber si abrirse a ceder parte del territorio puede producir un cisma o una pugna interna dentro de la élite del Gobierno ucraniano. Y hasta qué punto Zelenski tiene la capacidad de implementar ese hipotético acuerdo o si algún sector se movilizaría para seguir luchando. "Una parte importante de la población lo valoraría positivamente. La visión popular mayoritaria del conflicto ha cambiado. La población sigue viendo a Rusia como la agresora, defendiendo al Ejército y al Gobierno, pero hay señales de fatiga. Como es el caso de los problema que está teniendo Ucrania para reclutar soldados", explica el analista de EOM. Pese a ello, insiste en que también sería rechazado por otra parte de la población, "por el sector más nacionalista y los sectores de ultraderecha, que por minoritarios que sean siguen siendo una realidad dentro del Ejército ucraniano".
Con todo, ambos bandos tienen en el punto de mira las elecciones estadounidenses. "Ucrania ha querido lanzar esta ofensiva con Biden todavía en la Casa Blanca porque quiere conseguir permiso para utilizar misiles occidentales de largo alcance contra la Federación antes de que el presidente deje el cargo", manifiesta De Argüelles. Así mismo, " Rusia puede preferir esperar a que Trump sea reelegido como presidente antes de sentarse a negociar, ya que este ha dejado claro que quiere dejar de armar a Ucrania y que si vuelve al Despacho Oval forzaría a a Zelenski a sentarse a negociar".
El alargamiento de la guerra y la fatiga social son parte del empuje que terminará forzando a ambos países a sentarse a hablar. Como ocurre en estos conflictos, la fuerza negociadora dependerá de la situación en el terreno, pero también del contexto interno y externo, por lo que las elecciones en noviembre del mayor aliado de Ucrania será también fundamental. Que en ese momento habrá cesiones ya nadie lo discute.
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