Un ciudadano observa un autobús en llamas en la capital irlandesa. | Reuters

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Juan Torrecillas, mallorquín afincado desde hace años en Dublín, siguió con preocupación los hechos violentos acaecidos este pasado jueves, que se iniciaron al mediodía con un apuñalamiento a la salida de un centro escolar. Este balear narra de primera mano el «shock» que supuso el ataque para los dublineses e irlandeses en su conjunto. «No hay explicación clara ni móvil terrorista, todavía no se sabe todo al completo» menciona, antes de recordar como «el pasado enero un eslovaco dijo ‘hoy me cargo a alguien'. Con su bicicleta y un cuchillo de cocina acorraló a una mujer joven que hacía running y acabó matándola».

«Nadie entendió el crimen, fue un golpe fuerte para la comunidad. Junto a lo de este pasado jueves se han acumulado cosas difíciles de digerir, pero tal grado de violencia en las calles de Dublín no tiene justificación alguna». «Fue un ataque en un colegio sin venir a cuento. Parece que los heridos se recuperarán y todo quedará en lesiones, pero lo cierto es que el apuñalamiento agitó a muchísima gente y en redes sociales se agruparon rápido. Siempre hay quejas de que falta policía –en Irlanda se la conoce como Garda–, quizás no monitorearon bien la situación y todo se salió de madre».

Sobre los protagonistas de los altercados violentos, este mallorquín conocedor de los hechos de primera mano describe que son un batiburrillo «entre extrema derecha y delincuentes comunes, más hooligans que otra cosa», que respondieron a la llamada de un audio muy explícito. Este fue transmitido en las redes durante las horas que siguieron al apuñalamiento. «Venía a decir ‘basta ya', ‘no queremos a más inmigrantes' y ‘todos con pasamontañas a las 19 en el centro con herramientas o lo que haya en casa. Matad a cualquier extranjero'. Independientemente de su color de piel».

«Por suerte no hubo ningún ataque contra nadie, aunque sí importantes daños materiales. Los medios irlandeses también hablan de un cierto auge de la ultraderecha, como sucede en todas partes hoy en día. Pero en Irlanda los ultras no tienen una representación política destacable, son cuatro grupos de lunáticos que de vez en cuando hacen el tonto en las calles». Sea como fuere, la Policía se vio sobrepasada durante un tiempo, ya que según este mallorquín los agentes «no están tan preparados como nuestra Policía Nacional, ni mucho menos. Se asemejan más a un policía local, si cuentan con un espray es mucho» afirma.

No obstante, la tensión no ha desaparecido, al contrario; «es preocupante porque estos agitadores la pueden liar gorda». A pesar de su escaso peso específico, la capitalización del descontento social y el temor generalizado a ser atacado sin razón en la calle ya ha comenzado por parte de la ultraderecha irlandesa. Así por ejemplo, el National Party afirmó en redes sociales que «autobuses, tranvías y tiendas están asegurados. Son reemplazables. Los niños irlandeses no», para culminar que «Irlanda pertenece a los irlandeses». Nada nuevo bajo el sol en cuanto al prisma ultra e incendiario que se extiende por Europa y el mundo.