El Gobierno bielorruso, férreo aliado del presidente ruso, Vladimir Putin, ha condenado este sábado sin paliativos la rebelión declarada por el grupo de mercenarios Wagner que ha descrito como un «regalo para Occidente» y, sobre todo, una fractura interna que supone una receta para «el desastre». «No podemos quedarnos al margen de los eventos que están ocurriendo en el sur de Rusia», ha hecho saber el Consejo de Seguridad de Minsk en un comunicado recogido por la agencia oficial de noticias bielorrusa, Belta, en su primera reacción a la toma de la ciudad rusa de Rostov por parte de Wagner, en el comienzo de su camino a Moscú.
El presidente del país, Alexander Lukashenko, ha defendido desde el inicio de la invasión que sus fuerzas han mantenido la neutralidad y nunca han atacado territorio ucraniano, pero su apoyo a Putin ha sido total y absoluto hasta el punto de que el país ha terminado acogiendo armas nucleares tácticas rusas como elemento disuasorio.
«Cualquier provocación, cualquier conflicto interno en círculos políticos y militares, en el campo de la información o en el ámbito de la sociedad civil es un regalo para Occidente entero», han hecho saber las autoridades bielorrusas porque, «aunque estas partes interesadas no estén en el origen de estos eventos, no van a perder la oportunidad de aprovecharse de ellos». Bielorrusia ha tirado de historia, como ya hiciera Putin en su primer discurso de repulsa a la rebelión de Wagner, para indicar que «no hay nada peor para Rusia que un motín, que es destructivo y nihilista en su esencia».
«No hay consecuencias de lo que esté ocurriendo que valgan la pena, las pérdidas que estas decisiones impulsivas e ilegales pueden provocar, y los intereses del pueblo, las vidas de los ciudadanos normales y corrientes, así como la integridad de Rusia, están ahora mismo en juego», añade el comunicado. Por ello, Bielorrusia se ofrece como «la voz de la razón en estos tiempos tan difíciles» y asegura que «todos los involucrados en este inaceptable enfrentamiento» deben ir «donde se les necesita y donde se decide el futuro del mundo eslavo», en un momento en que «el destino de millones de personas, nuestra gente, está en juego».
TIJANOVSKAYA
Mientras, la líder opositora bielorrusa Svetlana Tijanovskaya, ha pedido expulsar a los militares rusos del país y cerrar la frontera ante la «guerra civil». Estas manifestaciones son anteriores al anuncio del cese de la marcha de Prigozhin sobre Moscú. «Rusia está sumida en el caos y cada vez es más probable una guerra civil. El Partido Comunista de Ucrania bajo el control de Yevgeni Prigozhin ha desafiado a las autoridades de Rusia por el malestar provocado por que Rusia está perdiendo la guerra contra Ucrania», ha apuntado.
La guerra lanzada por Rusia contra Ucrania «ahora les llega a su propia casa» y ha alertado de que Putin y Lukashenko quieren arrastrar a los dos países al conflicto. «Dicen que Rusia es nuestro aliado, pero este aliado nos trae caos, guerra, crisis. Putin puede intentar implicar a las Fuerzas Armadas bielorrusas en este conflicto interno para que sea también nuestro conflicto», ha advertido.
Sin embargo, «los bielorrusos tenemos nuestros propios intereses». «Ni Putin ni Prigozhin son amigos de Bielorrusia y no debéis elegir bando. Los bielorrusos tienen que defender su país», ha argumentado. Por eso «ahora es la oportunidad de expulsar al os militares rusos de nuestro país. Si perdemos esta oportunidad Rusia hará con nosotros lo mismo que le hizo a Ucrania. No podemos permitirlo». «Bielorrusia tiene que cerrar la frontera con Rusia y comenzar la retirada de las tropas rusas del territorio bielorruso», ha remachado.
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