Vadyn Bondarenko, director comercial de la empresa Gurman de Odesa, no puede estar más feliz tras recibir la noticia más deseada: la prolongación por un periodo de cuatro meses del acuerdo para exportar cereal ucraniano a través del mar Negro, promovido por Turquía y la ONU, apenas 48 horas antes de que expirase.
«Es una pequeña puerta de esperanza», comenta ante los graneros de su empresa repletos de miles de toneladas de trigo, cebada, maíz, sorgo rojo y cebollas con muchas posibilidades de que se pudran durante el invierno. «El año pasado teníamos nuestros almacenes vacíos a esta altura del año y hoy, en cambio, sufrimos grandes pérdidas económicas y nos podemos pagar nuestros créditos», explica el responsable mientras atravesamos una maquina secadora de sorgo rojo. La empresa pasó de exportar un millar de toneladas al mes a solamente unas decenas. Los dueños de algunos barcos tienen miedo a los ataques rusos y han suspendido sus actividades. Los cereales que han conseguido sacar de sus almacenes han sido transportados en camiones por las fronteras terrestres hasta Rumania.
«Los costes logísticos se han disparado más de un 25% porque transportamos menos cantidad y pagamos un mayor precio», afirma. Antes del inicio de la guerra, nuestros camiones tenían que hacer viajes muy cortos hasta el puerto de Odesa que está muy cerca de aquí. Apenas hay unas decenas de trabajadores en sus puestos laborales cuando en los meses más productivos podían trabajar entre 600 y 800 personas. En una gran nave, donde hay acumulada 1.500 toneladas de cebada, no hay ninguna persona trabajando en el embolsado.
Uno de los responsables de los graneros aprovecha el dron utilizado por un equipo de televisión para revisar las zonas más ocultas de la gran montaña de cebada. Se queda tranquilo cuando confirma el buen estado y se ahuyenta el peligro de que se pudra a corto plazo. Los agricultores de Ucrania se enfrentan al gran reto de almacenar decenas de miles de toneladas acumuladas en sus graneros ante la posibilidad de que el acuerdo entre Rusia y Ucrania se pueda romper en cualquier momento por culpa de la tensión bélica.
Rusia sigue castigando con oleadas de misiles diferentes zonas de Ucrania y atacando principalmente su infraestructura energética. La empresa eléctrica nacional ha asegurado que un 40% de la infraestructura está dañada en la que ya se conoce como la guerra del frío, una forma física y psicológica de Rusia para disminuir las defensas anímicas ucranianas.
Las bajas temperaturas y las primeras nevadas ya se han producido tanto en Kiev como en ciudades del este de Ucrania como Járkiv, donde el termómetro no sube de los ceros grados desde el miércoles por la noche. La propia Odesa, una ciudad que apenas ha sentido la brutalidad de la guerra y que está alejada a más de cien kilómetros de las zonas más castigadas por los combates, ha visto cómo los cortes de luz se han intensificado en los últimos días, afectando al 70% de la población, y la compra de generadores forma parte de la cotidianidad.
La empresa Gurman ha tenido que comprar unas bolsas aislantes gigantes de sesenta metros de largo para proteger un millar de toneladas de trigo. «Sé claramente que un tercio de lo que aquí hay almacenado, y cuyo valor supera los 180.000 euros, lo voy a perder», explica el director Bondarenko. Las ratas han conseguido penetrar en una de las grandes bolsas y la humedad ha germinado decenas de kilos de semillas de trigo. El agua de las últimas lluvias ha formado unos riachuelos peligrosos entre las grandes bolsas protectoras. Otras 500 toneladas de maíz están almacenadas en otra de las naves. Varios trabajadores están cargando algunas decenas de sacos en un camión. «Podemos almacenar una gran parte de este maíz hasta la primavera», asegura el responsable. Pero no sabe qué hacer con 15.000 toneladas de cebolla fresca.
La ONU, garante del acuerdo junto a Turquía, ha señalado que la exportación de cereales ucranianos es esencial para bajar los precios y evitar una crisis alimentaria global» y alaba la importancia de «la diplomacia discreta y de encontrar soluciones multilaterales». Pero los agricultores ucranianos se enfrentan a múltiples dificultades por la falta de buques suficientes para sacar sus productos y por el encarecimiento de toda la parte logística vinculada al transporte de sus mercancías.
El director comercial confiesa que su empresa no ha sido la más perjudicada por el bloqueo de los puertos y la perdida de toneladas de cereales almacenados. La cosecha de vegetales ha sido muy buena en Odesa en comparación con la situación catastrófica que se ha producido en las zonas más golpeadas por los intensos combates.
La empresa se ha beneficiado del consumo interno de conservas de vegetales, que es otra de sus especialidades, y ha conseguido los ingresos suficientes en el mercado ucraniano para paliar las pérdidas por la falta de exportaciones a Inglaterra y Polonia, dos de sus principales mercados internacionales. «Estamos intentando exportar un tipo de aceite de girasol a España, país con el que nunca hemos tenido relaciones comerciales», afirma.
Desde inicios de agosto, unos 500 buques han salido de puertos ucranianos con 11 millones de toneladas de productos agrícolas, sobre todo maíz, trigo y girasol. El acuerdo negociado va a permitir que se estabilicen los precios. La Unión Europea ha pedido reiteradamente que los alimentos no sean utilizados como arma de guerra. El acuerdo permitirá que los barcos con grano en sus bodegas puedan seguir zarpando desde tres puertos ucranianos en el mar Negro, reconvertido en un corredor esencial que permita abastecer el mercado internacional y bajar los precios disparados tantos de los cereales como los fertilizantes en todo el mundo.
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