Patrulla cerca del combate cerrado. Las tropas rusas entraron en Ucrania el 24 de febrero provocando una destrucción generalizada en el país. | Reuters

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De ocupar toda Ucrania a ofensivas cada vez más localizadas para capturar ciudad por ciudad. De dos semanas como máximo a una campaña militar sin plazos: la realidad sobre el terreno y la fuerte resistencia de Ucrania han obligado a Rusia a redefinir dos veces su estrategia en cien días de operación bélica. «Ucrania ha obligado al presidente ruso, Vladímir Putin, en dos ocasiones a rebajar sus objetivos militares», señaló esta semana el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW) con sede en EEUU. Primero, Ucrania derrotó a Rusia en la batalla por Kiev, al ser las fuerzas rusas incapaces de tomar la capital ucraniana y deponer al presidente Volodímir Zelenski en una operación relámpago.

El primer baño de realidad lo sufrió Putin y el Estado Mayor General ruso con el intento de tomar el aeródromo de Hostómel, a 35 kilómetros de la capital, con 200 paracaidistas, que fueron sorprendidos por las Fuerzas Armadas de Ucrania, que conocían sus planes y lograron retomar el control del aeropuerto rápidamente. El segundo golpe para el Kremlin y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, es la destrucción de carros blindados, artillería y otros vehículos rusos por parte de las tropas ucranianas cuando el convoy intentó avanzar en la región de Kiev en una kilométrica columna y exponiéndose plenamente hacia la capital. A finales de marzo no quedó otra vía que renunciar al objetivo de ocupar la capital y con ella las sedes del Gobierno y del Parlamento, y el Ejército ruso se replegó de la región de Kiev y de la de Chernígov, ambas en el norte del país. P

La retirada dejó al descubierto la terrible devastación y fosas comunes en lo que Ucrania ha denunciado como «crímenes de guerra» en localidades de los alrededores de Kiev, como en Irpín, Bucha o Borodyanka, masacres que Moscú ha negado tajantemente. Esa fue la primera vez que Rusia tuvo que cambiar de estrategia. «Se ha reducido notablemente el potencial militar de las Fuerzas Armadas de Ucrania, lo que nos permitirá centrar nuestra atención y nuestros mayores esfuerzos en lograr el principal objetivo, la liberación del Donbás», justificó el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, el 29 de marzo la retirada.

En paralelo, en el frente sur, Rusia tuvo más éxito. A principios de marzo los rusos se hicieron con la ciudad de Jersón -la única capital de provincia tomada en los cien días de ofensiva militar-, con Berdiansk y Melitópol. Además comenzaron el asedio a la estratégica ciudad portuaria de Mariúpol, clave para la creación del ansiado corredor terrestre desde el Donbás a la anexionada península de Crimea. A finales de abril Rusia dio por tomada Mariúpol, al sureste de Ucrania -perteneciente a la región de Donetsk, en el Donbás-, símbolo de la resistencia ucraniana y de la mayor catástrofe humanitaria en lo que va de operación militar especial. Con el puerto comercial y del pesquero en manos rusos, Rusia tenía de facto su corredor terrestre, pese a los más de 2.400 soldados y combatientes ucranianos que resistirían aún hasta el 20 de mayo en la acería de Azovstal, manteniendo ocupados a unos 20.000 soldados rusos para poder retrasar la ofensiva final sobre el Donbás. El viraje de la estrategia de «liberar» todo al Donbás -un importante cinturón industrial y minero- tampoco logró los resultados esperados.

La resistencia ucraniana frenó el pretendido gran envolvimiento de las tropas de Kiev por parte de las fuerzas rusas en varias direcciones en Lugansk y Donetsk simultáneamente, desde el sur, el norte y el este. «No corremos para cumplir un plazo» concreto, dijo la semana pasada el secretario del Consejo de Seguridad ruso, Nikolái Pátrushev, a modo de justificación del lento avance ruso en Ucrania, mientras que Shoigú sostuvo que el ritmo de la ofensiva se ralentizó «deliberadamente» para salvar vidas de civiles.

Putin se vio obligado a centrarse en las últimas semanas en completar la toma de la región de Lugansk solamente, donde los separatistas prorrusos controlaban antes de la campaña militar aproximadamente un tercio del territorio. Ahora lo hacen en un 95 %. «La invasión rusa de Ucrania que pretendía tomar y ocupar todo el país se ha convertido en una ofensiva desesperada y sangrienta para capturar una sola ciudad, mientras defiende avances importantes pero limitados en el sur y este» del país, dijo el ISW.

Se refiere a la ofensiva actual de Rusia para tomar la ciudad de Severodonetsk, en Lugansk, y a las tres líneas defensivas creadas por las fuerzas rusas en el sur, que son objeto actualmente de un contraataque ucraniano en algunos lugares. La caída de Severodonetsk, la última ciudad importante aún en manos ucranianas en esta región, permitiría a Rusia declarar el control total de Lugansk. Las tropas rusas no han podido avanzar en ningún otro eje desde hace semanas. Los rusos logran progresos muy limitados en los territorios aún bajo control de Kiev en la región de Donetsk, y han tenido dificultades en romper la línea de contacto establecida antes del 24 de febrero cuando Putin lanzó la intervención militar rusa. El plan inicial de bajar desde la ciudad de Izium al sur, hacia Sloviansk y Kramatorsk, -las dos principales ciudades en esta región bajo control ucraniano- lleva semanas estancado, si bien el Estado Mayor General advierte ya de preparativos rusos para retomar la ofensiva. Si Putin tendrá que cambiar una tercera vez de estrategia dependerá de los desarrollos en el campo de batalla, pero Ucrania ya ha advertido que solo espera tener suficientes armas pesadas y de gran alcance de Occidente para una contraofensiva.