Vista de una réplica de la Torre Eiffel construida a partir de sillas y expuesta para reclamar medidas de acción contra el cambio climático | Efe

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Un día después de la firma del primer acuerdo global contra el cambio climático, políticos, científicos, ONG y asociaciones de todo el mundo analizan este domingo, entre la satisfacción y la prudencia, las consecuencias de un consenso que abre un camino hacia economías libres de emisiones aún por recorrer.

«El acuerdo de París es un hito. Ahora el destino de la Tierra depende de cómo de rápido y con qué solidez lo apliquemos», afirma el profesor Ottmar Edenhofer, del instituto Potsdam de Investigación sobre el Cambio Climático.

Más cauto se muestra el portavoz de Equo en el Parlamento Europeo, Florent Marcellesi, quien asegura a Efe que el éxito de un pacto que considera «insuficiente» dependerá ahora de «cómo se interprete y se ponga en práctica en cada país y de la movilización social y política para exigir que se cumpla en el sentido correcto».

El acuerdo está revestido de un complejo envoltorio legal que hace que sea legalmente vinculante en su conjunto, pero no en buena parte de su desarrollo (las llamadas decisiones), ni en los objetivos nacionales de reducción de emisiones.

Su fuerza reside en el mecanismo con el que periódicamente se revisarán los compromisos de cada país, que sí es jurídicamente vinculante, y coloca una alta presión internacional sobre los países para que hagan los esfuerzos necesarios. Aunque su efectividad está aún por ser demostrada.