Un momento de la manifestación en contra del terrorismo. | Reuters

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Al grito de «libertad para Túnez, fuera el terrorismo», miles de personas salieron este domingo a las calles de la capital norteafricana para protestar contra el terrorismo yihadista, «un fenómeno mundial» que el pasado 18 de marzo dejó su huella en el museo tunecino del Bardo.

Convocados por el gobierno y los imanes de la mezquitas, la marcha popular arrancó de la histórica puerta de Bab Saadum en dirección a la puerta del museo, lugar del atentado que hace diez días segó la vida de 22 personas, 21 de ellas turistas extranjeros.

Los llamamientos para que fuera, además, una muestra de unidad nacional quedaron difuminados, sin embargo, por la decisión del Frente Nacional de izquierdas, cuarta fuerza en el Parlamento, de no participar en un evento de dimensión internacional.

Una postura que fue criticada, con pesar, por el resto de fuerzas políticas.

«La unidad de todos los tunecinos es la base para consolidar un frente social unificado que combata al terrorismo, sus métodos e ideas», explicó a Efe el decano de la Facultad de Ciencias Humanas y Letras de la Universidad de Manuba, Habib Kazdagli.

Desde la caída del régimen dictatorial de Zine el Abedin Ben Alí, en enero de 2011, «el terrorismo nos ha golpeado con el objeto de dividirnos durante la transición política».

«Pero ahora tenemos un Gobierno elegido de forma democrática y por eso los profesores universitarios estamos hoy, aquí, con el objetivo de consolidar un frente modernista civil», agregó.

Al hilo de este argumento, Kazdagli envió, igualmente, un mensaje al partido islamista moderado An Nahda, segunda fuerza parlamentaria, a la que se responsabiliza de los fallos que han mostrado las Fuerzas de Seguridad.

«También queremos decirle a Al Nahda que revise su actitud y reconsidere su línea política, porque los años en los que gobernó fueron muy condescendientes con las líneas radicales del islam político tunecino», recalcó.

En la misma línea se pronunció el líder sindicalista Lutfi Hamruni, quien puso el acento en la necesidad de mejorar el sistema educativo, clave en la lucha contra un fenómeno que se alimenta de pobreza, pero también de la incultura de una juventud sin trabajo ni horizonte.

«Existe consenso sobre el problema del terrorismo, sabemos que hay que revisar todo el sistema educativo, así como integrar a todas las regiones del interior en una dinámica económica y un nuevo modelo social que integre a los desheredados», afirmó.

Opiniones que compartían ciudadanos como Mohamed Ali Ennaifer, ingeniero en México, quien insistió en la idea de que la violencia es ajena a Túnez.

«Los tunecinos somos un pueblo pacífico que tiene que saber cómo integrar a los jóvenes de 20 años que sienten que no tienen futuro ni perspectiva. Estos son parte del legado que nos dejó Ben Alí cuyo sistema educativo creó mediocridad y abandono», recalcó.

Sami Bifallah, guía turístico, el sector más afectado por el atentado del Bardo, expresó su deseo de que la comunidad internacional comprenda que el problema del yihadismo es global, que «puede ocurrir en cualquier parte» y que los turistas reconsideren su idea de no viajar a Túnez.

A su lado, cientos de banderas rojas salpicaban el cielo, por el que sobrevolaban helicópteros del Ejército tunecino, y miles de voces gritaban «terrorismo fuera de Túnez».

A medio camino se sumaron a la marcha el presidente del país, Beyi Caid Essebsi, acompañado de líderes árabes y europeos fuertemente escoltados, como su colega francés, Francois Hollande o el palestino, Mahmud Abas.

En la comitiva también estaba el ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien aseguró que su presencia respondía al deseo del Gobierno español de homenajear a las víctimas y de respaldar la transición democrática en el país norteafricano.

Una vez concluida la manifestación, Essebsi descubrió una placa conmemorativa en la puerta del museo, donde cientos de personas elevaron al cielo pancartas con los nombres de los 21 turistas fallecidos.

El atentado del Bardo se produjo cuando una grupo de tres terroristas entró en el párking del museo y mató a 21 turistas y una empleada tunecina antes de ser acribillados por la Guardia Nacional.

Uno de ellos, sin embargo, logró huir y está aún en busca y captura.

Aunque el ataque fue reivindicado por el autoproclamado Estado Islámico (EI), las autoridades tunecinas culpan a una célula del grupo radical local Ansar al Sharia, acantonado en la región de Kasserine, una zona montañosa cercana a la frontera con Argelia.

Precisamente cerca de ese área, en la región minera de Gafsa, la Policía tunecina logró abatir esta madrugada a nueve presuntos terroristas, en una acción doble que se extendió a la región del Kif, y en la que, según fuentes oficiales, murió el presunto líder de la célula terrorista.