Esta infusión es muy fácil de preparar en casa. | Freepik

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Desde tiempos ancestrales, las plantas medicinales han sido aliadas del ser humano para enfrentar diversas dolencias. Un ejemplo notable es la manzanilla (Matricaria chamomilla), una planta que, según estudios arqueológicos, ya era utilizada por los neandertales hace aproximadamente 50.000 años. Investigaciones realizadas en la cueva de El Sidrón, en Asturias, revelaron restos de manzanilla en el sarro dental de estos homínidos, lo que sugiere su uso con fines medicinales.

La manzanilla es reconocida por sus propiedades antiinflamatorias y digestivas. Consumida en forma de infusión caliente, no solo proporciona una sensación reconfortante en épocas de frío, sino que también ayuda a aliviar dolores asociados a la artrosis. Sus compuestos activos, como los flavonoides y los aceites esenciales, contribuyen a reducir la inflamación en las articulaciones, mejorando la movilidad y disminuyendo el malestar.

Además de sus beneficios para la artrosis, la manzanilla posee efectos sedantes suaves que promueven la relajación y el bienestar general. Su capacidad para calmar el sistema nervioso la convierte en una aliada contra el estrés y la ansiedad, factores que pueden exacerbar la percepción del dolor en enfermedades crónicas.

La preparación de una infusión de manzanilla es sencilla y accesible. Basta con añadir una cucharadita de flores secas a una taza de agua hirviendo, dejar reposar durante unos minutos y luego colar. Se recomienda consumirla dos o tres veces al día para obtener sus máximos beneficios. Sin embargo, es importante recordar que, aunque la manzanilla es generalmente segura, algunas personas pueden presentar alergias, especialmente aquellas sensibles a las plantas de la familia de las asteráceas.

La evidencia del uso de la manzanilla por parte de los neandertales no solo destaca su conocimiento sobre las propiedades curativas de las plantas, sino que también refleja una práctica de automedicación basada en los recursos naturales disponibles en su entorno. Este hallazgo amplía nuestra comprensión sobre las capacidades cognitivas y culturales de nuestros antepasados, demostrando que su relación con el medio ambiente era más compleja y sofisticada de lo que se pensaba anteriormente.