Un ejemplar de pez ballesta. | Anette Meyer

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El Mediterráneo es hogar de múltiples especies, especialmente durante la época estival. Multitud de especies como las medusas, las cuales suelen infestar las aguas durante esta época del año. Sin embargo, existen otras amenazas para nuestro día de playa que, a pesar de ser poco conocidas, suelen ser bastante comunes en la costa, especialmente en zonas de poca profundidad: el pez ballesta.

Este pequeño animal, bastante común en el Mediterráneo, concretamente en la zona de baño de las playas, se trata de un pez que se caracteriza, principalmente, por dos rasgos distintivos: su actitud valiente y defensiva y su mandíbula oculta repleta de poderosos dientes, el cual usa para alimentarse de pequeños moluscos que habitan su zona. Y es que, si te encuentras con uno de estos pequeños en la playa, lo más probable es que, a diferencia de otros peces que huyen cuando detectan a los humanos, el pez ballesta ni se inmute e incluso comience a nadar cerca tuyo. Sin embargo, cabe remarcar que esto no lo hace porque disfrute de la compañía humana, sino porque no le tienen miedo a nada y, en el caso de sentirse amenazados, no dudarán en descubrir sus dientes ocultos y morder con fuerza.

Por fortuna, su mordedura, a pesar de llegar a ser dolorosa dependiendo de la zona donde la efectúa, no contiene ningún tóxico ni veneno, por lo que lo máximo que nos puede quedar es un recuerdo del encuentro en forma de herida. Por el lado contrario, el pez ballesta no tardará en recuperarse de su ataque, pues, al igual que ocurre con los tiburones, sus dientes se encuentran en continuo crecimiento, puesto que son imprescindibles para romper las conchas y caparazones de sus presas. De hecho, precisamente por eso son tan difíciles de pescar, ya que les resulta muy sencillo romper el hilo de una mordida.

Sin embargo, a pesar de su implacable defensa y su poco atractivo pesquero, el pez ballesta se encuentra dentro de la lista de especies «vulnerables» según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desde 2011 y, según los últimos informes que aporta la institución, su número no deja de disminuir. Esta información es especialmente relevante en verano, cuando comienza su periodo de reproducción y las hembras comienzan a poner sus crías. Así, si ves uno de estos ejemplares durante un chapuzón casual en la costa, recuerda dejarlo seguir su curso y, a ser posible, no molestarlo, puesto que no solo se trata de una especie que debemos proteger, sino que también podrías llevarte un buen mordisco que te dolerá el resto de tu día de playa.