¿En qué consiste?
El adjetivo «flexitariano» surge de la combinación de dos términos: «flexible» y «vegetariano». Como es fácil de suponer, esta dieta apuesta por una alimentación mayormente vegetariana (es decir, a base de frutas, verduras y alimentos de origen animal como huevos o leche), aunque permitiendo ocasionalmente el consumo de carne y pescado. La palabra fue acuñada por primera vez en 1990 por la chef Helga Morath, para definir un menú de su restaurante de Texas, basado principalmente en frutas y verduras y con presencia esporádica de carne y pescado en algunos platos. Con el auge de la preocupación por la salud y por el medioambiente, esta opción alimenticia ha ido adquiriendo popularidad hasta obtener más búsquedas en Google 2022 que «dieta vegetariana».
Uno de los puntos fuertes del llamado «flexitarianismo» es su sencillez. Huye de absolutismos y rompecabezas. No hace falta reinventar la cocina o hacer un cambio total de alimentación. Basta con ir reduciendo de forma progresiva las raciones de carne y pescado, hasta lograr el nivel con el que uno esté a gusto. Aunque se trata de que cada establezca sus límites, la tendencia habitual es limitar el consumo de este tipo de productos a una o dos veces a la semana.
¿Es recomendable?
«Lo veo en consultas. La gente no se quiere privar de comer carne alguna vez porque les gusta y cada vez más optan por este tipo de dietas». La nutricionista mallorquina Almudena Martín lo tiene claro: «Como profesional, desde el punto de vista nutricional, la veo una dieta muy válida», Martín destaca que «siempre y cuando las proteínas se suplan con fuentes vegetales y con otro tipo de proteína animal, como huevos o lácteos, no pasa nada por quitar la carne de la dieta. Al ser flexible, hay menos posibilidades de tener déficit y de hacerla mal». De hecho, invita a reducir su consumo, pues apunta a que en las sociedades occidentales se abusa de la proteína animal: «Nuestro cuerpo no necesita tanta», incide. Son muchas las voces que vienen recomendando reducir el consumo de carne y pescado, en especial, los productos ultraprocesados, como pueden ser los embutidos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), tras varios estudios internacionales, incluyó en 2015 a la carne roja como grupo alimenticio «probablemente carcinógeno para los humanos (en el grupo 2A)». A ello se le suma el impacto medioambiental de la producción cárnica. Varios estudios científicos sitúan la industria cárnica como una de las más contaminantes.
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