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Históricamente a los fanfarrones, perdonavidas y bocazas no se los tomaba nadie en serio, hasta se hablaba de ellos con cierta condescendencia porque entre que perro ladrador es poco mordedor y que los pistoleros fanfarrones de los westerns no duraban ni diez minutos en escena por su lentitud y mala puntería (en todo saloon había un par de fanfarrones muertos), más que inspirar temor siempre eran objeto de burlas. Abundan las novelas y relatos de fanfarrones ridiculizados y bastaba que un matón de taberna empezase a soltar baladronadas para que todos pensaran que era inofensivo. Triste destino. Pero claro, eso eran otros tiempos, porque en lo que llevamos de siglo XXI (siglo de la comunicación), esta percepción ha cambiado y no solo las fanfarronadas están de moda, sino que se consideran una virtud intelectual y política, como la sinceridad o la elocuencia. Y una estrategia de negociación para toda clase de emprendedores, ya que si no alardeas no te comes una rosca. Vean a Puigdemont, por ejemplo, los años que lleva con la fanfarronada como única política o las continuas baladronadas del señor Feijóo, que en lugar de ideas y proyectos tiene bravatas. Y de inofensivos nada. Porque también hay perros ladradores muy mordedores.

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Yo mismo tuve una perra que… En fin, que hay empezar a tener cuidado con los actuales fanfarrones. Cada vez hay más y de la cantidad nace la peligrosidad. Sobre todo si cuentan con apoyo institucional y tecnológico. Putin, Netanyahu, Trump… Lo bravucón no quita lo psicópata y hay bocazas realmente mortíferos. Ojo con ellos, no se dejen distraer por sus delirantes fanfarronadas. Por algo dicen que el mayor engaño del diablo es hacernos creer que no existe. La invasión zombi se retrasa, la extraterrestre está casi olvidada, pero tenemos otra mucho más temible. La invasión de los fanfarrones. Son demasiados y se les reconoce enseguida porque dedican mucho más tiempo a proferir fanfarronadas por todos los medios de comunicación que a lo que se suponga que hagan. Liderar algo, quizá. La bravuconería es ya una condición del liderazgo, así que ojo, mucho ojo. Porque a veces estos fanfarrones no están fanfarroneando.