Históricamente a los fanfarrones, perdonavidas y bocazas no se los tomaba nadie en serio, hasta se hablaba de ellos con cierta condescendencia porque entre que perro ladrador es poco mordedor y que los pistoleros fanfarrones de los westerns no duraban ni diez minutos en escena por su lentitud y mala puntería (en todo saloon había un par de fanfarrones muertos), más que inspirar temor siempre eran objeto de burlas. Abundan las novelas y relatos de fanfarrones ridiculizados y bastaba que un matón de taberna empezase a soltar baladronadas para que todos pensaran que era inofensivo. Triste destino. Pero claro, eso eran otros tiempos, porque en lo que llevamos de siglo XXI (siglo de la comunicación), esta percepción ha cambiado y no solo las fanfarronadas están de moda, sino que se consideran una virtud intelectual y política, como la sinceridad o la elocuencia. Y una estrategia de negociación para toda clase de emprendedores, ya que si no alardeas no te comes una rosca. Vean a Puigdemont, por ejemplo, los años que lleva con la fanfarronada como única política o las continuas baladronadas del señor Feijóo, que en lugar de ideas y proyectos tiene bravatas. Y de inofensivos nada. Porque también hay perros ladradores muy mordedores.
Oraciones
Ojo con los fanfarrones
01/02/25 4:00
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