En otro artículo publicado en este periódico, a principios de año, decía que el futuro eran los jóvenes, los post-milennials, la generación Z, y lo mantengo. Pero también decía que les debemos facilitar el camino a la vanguardia de la sociedad. No los podemos lanzar esperando que hagan ellos lo que no hemos sabido hacer nosotros.
¿Qué podemos hacer para facilitarles ese acceso a la primera línea? Muy fácil, tenemos que sentar las bases para que al llegar puedan trabajar en lo verdaderamente importante, siendo ellos mismos, e implantar sus ideas. Para ello tenemos que trazar desde ya un plan a medio plazo de infraestructuras, vivienda y medios de transporte. No les podemos dejar todo por hacer.
En infraestructuras no podemos renunciar a una carretera general desdoblada y mejoras en las demás vías de comunicación. Hay que recuperar el convenio de carreteras con el gobierno central que la izquierda dejó perder de modo totalmente injustificado. Tampoco podemos olvidarnos del ciclo del agua. Las soluciones cortoplacistas no aseguran el futuro. Las desaladoras se están convirtiendo en la solución para un consumo que debe garantizarse poniendo para ello todos los medios materiales necesarios y la tecnología ya consolidada en esta área. La desaladora del levante menorquín anunciada por el Govern va en esa dirección. El tiempo necesario para su construcción y puesta a punto es de aproximadamente seis años, durante ese lapso deberemos solucionar muchos problemas, entre ellos el de los nitratos del agua de Mahón que los gobernantes de la ciudad no han sabido resolver, con una evidente falta de empatía hacía los ciudadanos que se han visto abocados a un consumo de agua no potable sin ser advertidos debidamente del problema.
La vivienda debe ocupar también un primer puesto entre los objetivos políticos, como parece que ya se está haciendo. No hay más opción que liberalizar suelo, vengo repitiéndolo desde el inicio de la legislatura. Poner el suelo propiedad de la Comunidad Autónoma a disposición de la construcción de vivienda protegida es una solución, pero no la única. Se debe liberalizar suelo de manera constante para que su escasez no encarezca ese bien de primera necesidad que es la vivienda y cuyo derecho está amparado por la Constitución española. Más de la mitad de la superficie urbana de Menorca está sin edificar y tan solo el 4% de toda la superficie de Menorca está construida. Hay margen de crecimiento. Hay emergencia habitacional, pero no hay emergencia de sobreconstrucción o sobrepoblación. Abaratar el suelo abarataría la vivienda y la haría accesible a las clases más desfavorecidas y a toda la población residente en general. Facilitando el acceso de los residentes al suelo liberalizado no se genera efecto llamada ni aumenta la población, simplemente se abarata para los propios menorquines.
En cuanto al transporte necesitamos seguridad y fluidez en las comunicaciones aéreas y marítimas. Se ha demostrado que la obligación de servicio público no ha garantizado ese transporte debidamente. Se debe poder garantizar un precio máximo del billete de avión, descuento incluido, para los residentes con un mínimo de viajes totalmente bonificados al año. La obligatoriedad del servicio público debe abarcar mucho más que asegurar frecuencias y descuentos. La única posibilidad de transporte es el avión y el barco que los menorquines pagamos religiosamente. No tenemos tren ni ave, no tenemos autopistas o autovías por las que transiten autobuses que conecten diferentes ciudades. Sólo avión o barco pagado a precio de oro sin tener garantizado el trayecto porque en invierno se suspenden vuelos sin más explicaciones, dejando a los viajeros en una situación de desamparo e indefensión absolutas. Soy poco partidario de la intervención del Estado en general, pero este es un verdadero caso donde el servicio público garantizado por el Estado debe funcionar.
En Menorca estamos anclados en los discursos y políticas de segunda mitad del siglo XX. Hay que despertar, ya cabalgamos hacía la mitad del siglo XXI y no podemos seguir mirándonos el ombligo. Tenemos que decidir si queremos una Menorca empobrecida y deprimida de la que huyen todos los jóvenes o queremos una Menorca próspera, moderna, rica, amable, acogedora y respetuosa con el medio ambiente que garantice un futuro mejor a todos los menorquines. Debemos evitar la fuga de talento.
Todo es compatible si se articulan los medios adecuados para ello. El discurso del «no a todo» por sistema ha fracasado. La depresión en la que se encuentra sumida Menorca es fruto de las desastrosas políticas de izquierdas que nos han abocado a la desesperanza. El «no a todo» ha hecho caer la inversión y la iniciativa privada, entrando en un bucle depresivo del que va a ser difícil salir. Pero no nos podemos rendir. Quienes creemos en la libertad seguiremos luchando por la recuperación del espíritu emprendedor de los menorquines.
Balears crecerá en los próximos años. Es inevitable, así es la vida, una España se vacía y otra se llena. Se calcula que en 2035 seremos millón y medio de habitantes. Mallorca y Eivissa se llevarán la mayor parde del crecimiento y, por supuesto, del gasto presupuestario en mejoras de todo tipo. Ciertamente, Mallorca será la gran receptora de este movimiento poblacional de la España que se llena, pero Menorca tiene una oportunidad de crecer, de manera sostenible, enriqueciéndose, porque el crecimiento bien hecho siempre genera riqueza.
Menorca debe entrar en la modernidad de la mano de la mejora en infraestructuras, vivienda y transporte, lo demás vendrá por sí mismo.
Menorca y los menorquines debemos afrontar el futuro con esperanza y optimismo. No podemos perder el tren de la modernidad. No basta ponerse de moda una temporada entre una cierta clase alta parisina, hay que consolidar nuestro futuro económico con una apuesta decidida hacia una mejora en todos los ámbitos sociales y económicos.
Las políticas del pacto de progreso de izquierdas no han funcionado. Los que creemos en la libertad y en el liberalismo económico tenemos que dar un paso al frente.
Nos llaman conservadores, pero somos progresistas. Vemos el futuro con claridad y aplicamos la máxima de San Agustín, quien no avanza retrocede.
No hablo de aumentar el turismo sino de mejorar las condiciones de vida de los residentes. Los menorquines merecemos tener una isla en la que se puedan desarrollar todo tipo de ideas e iniciativas. Los mejores se han ido. Hay que evitar este éxodo que nos empobrece y nos deprime económicamente. Entre los menorquines hay mucho potencial y no lo podemos perder. Menorca debe dar un salto cualitativo adelante para convertirse en una isla próspera y atractiva. No podemos ser una isla de jubilados y funcionarios. El modelo de la izquierda no sirve porque nos aboca a la ruina.
Claridad de ideas, valentía, seguridad, trabajo y no tener miedo a los nuevos retos del futuro son las claves de un nuevo mundo que debemos dejar preparado a los jóvenes menorquines.
Empecemos por las infraestructuras, la vivienda y los transportes. El futuro de los menorquines debe llamarse Menorca.