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El tío es un sparring de los que no hay: golpes bajos, artimañas que rozan la ilegalidad, juego sucio, y siempre dispuesto a propinar el último puñetazo tras sonar la campana. Todo eso se la trae al pairo. Miguel Ángel Rodríguez, casposo y faltón, es capaz de convertirse en pura dinamita en menos que canta un gallo y soltar las más increíbles tropelías por esa bocaza tan inmensa y hedionda que Dios, nuestro Señor, le ha concedido.

La última, en un arrebato protector de capo mafioso, arremeter contra el Diario.es acusándoles de intentar asaltar la casa de Ayuso con pasamontañas. Es decir, unos periodistas, en su afán de conocer noticias frescas de la presidenta de la fruta o, simplemente, colocar pruebas falsas, trataron de allanar la humilde morada de Ayuso y su novio, el técnico sanitario y, pese a que iban encapuchados y MA no estaba presente, ser identificados por el carca escudero de la presidenta.

Tal vez, en un descuido, los asaltantes encapuchados de tebeo de Mortadelo y Filemón, llevaban el logotipo del periódico en letras grandes y brillantes en sus camisetas negras como el betún. Pero, también, quizás la conexión de ciertas bebidas de graduación alta producen en la mente de MA unos chispazos reveladores que posibilitan comunicarse con el más allá. A ciertas horas y en según qué condiciones, uno es capaz de ver hasta a la Virgen María rodeada de pastorcillos.

Lo que está claro y, tal vez, posea atenuantes del peso de una botella vacía de whisky, es que el bueno de MA rompe con cualquier límite de respeto y educación porque es consciente de su incapacidad oratoria si no es a base de exabruptos. Por algo se quedó anclado a mitad del siglo pasado, sin posibilidad de enriquecer su propio crecimiento personal, para ser únicamente tildado como una muñeco de feria de tres al cuarto que, en realidad, es en lo que siempre ha deseado convertirse.