Bueno queridos lectores, ¿ahora qué? Una vez que han pasado los fastos navideños y todo lo que conlleva, ¿qué nos toca? Somos predecibles, muy predecibles, no es que sea bueno ni malo, sencillamente lo somos. Igual que un mecánico mirando el modelo y el cuentakilómetros de un coche puede decir qué avería tiene, o está a punto de tener, un sociólogo, y no digamos ya un publicista, puede anticipar lo que vamos a hacer en cada época del año. Está claro que lo del libre albedrío queda muy limitado.
Cuando Schopenhauer (tranquilos, no nos pondremos intensos), hablaba de la libertad física, la libertad intelectual y la libertad moral, atribuía a la última el libre albedrío, es decir la ausencia de condicionamientos para actuar de una manera u otra, pero estamos más condicionados a hacer lo que hacemos de lo que nos pensamos. Lo que realmente mola es darle vueltas al coco pensando en qué proporción somos libres o no. Puede parecer una pérdida de tiempo tan grande como coleccionar dedales, pero si miramos la vida como solo producción para beneficio monetario, se convierte en un mojón gris y aburrido. Está bien que haya personas que hacen películas para ganar pasta, pero también son imprescindibles los que hacen películas porque tiene algo que contar, aun arriesgándose mucho porque no saben si dará dinero o no, con este ejemplo basta.
Y toda está charlita introductoria viene por la pregunta del principio, ¿qué toca ahora?, quizás salir a caminar, con las zapatillas de deporte nuevas que nos han traído los Reyes, para bajar el colesterol acumulado polvorón a polvorón. Por cierto, qué insoportable se hace la miradita altiva de los runners que pasan a tu lado a toda leche, como diciendo, «aparta gordito, paso a los que hemos tenido una Navidad espartana», malditos seres fosforitos, se están ganando una contractura de las gordas. O quizás abrir la aplicación instalada en el móvil para hablar inglés, porque así podemos practicar en cualquier momento, cuando realmente no practicaremos nunca. O tal vez empezar la dieta que nos prometimos hace una semanita y que siempre dejamos para el lunes siguiente.
Lo que sí va a tocar seguro, una vez fundida y olvidada la paga extra, para quien tenga la suerte de tenerla, es quejarnos por lo caro que se pone todo año tras año, porque quejarse es deporte nacional, yo también me apunto, que conste, lo de moverse ya da más pereza. Este año 2019 ha empezado con subidas en la luz, qué raro, verdad, con lo humanos y generosos que son los dueños de las compañías eléctricas a los que un gobierno tras otro les regaló el negociete este tan chulo. También suben los carburantes, la telefonía, los sellos, y los alimentos, que ya han subido diecisiete veces más que los salarios. Viendo estos datos no se qué puñetas celebrábamos mientras engullíamos las uvas, como no sea que gracias al email ya no escribimos cartas y la subida de los sellos nos la sopla, no se atisban más motivos para el brindis.
No tengo ni idea de si se puede ser feliz en enero, y menos un lunes de enero, quiero creer que sí, que a pesar de que pinten a los lunes como el día chungo de la semana, y a enero como un mes cuesta para arriba, habrá personas que, usando su libre albedrío, se sientan felices nivel pro, aunque solo sea por llevar la contraria, y joderles el pronóstico, a publicistas y sociólogos. Los finales de estos artículos sí que son previsibles, estoy muy limitado y no concibo acabar de otra manera, les deseo un feliz jueves.
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