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El Llatzeret corre un riesgo considerable de pasar de ser un extraordinario espacio para las vacaciones de los funcionarios de Sanidad a entrar en ruina. Una vez suspendido el plan vacacional, solo la Escola de Salut Pública le da oxígeno, a pesar de que la política de austeridad representa una amenaza cierta de que el recinto histórico de este islote puede caer en total desuso. Así formaría parte de la larga lista de edificios abandonados que se esparcen por varias poblaciones de la Isla, principalmente Maó. Por tanto, es lógico que el Consell pretenda evitar el proceso de deterioro. El recinto se ha mantenido en buenas condiciones gracias al uso que le ha dado el Ministerio de Sanidad. La petición de cesión planteada por el Consell conlleva un grave problema y es el coste de mantenimiento, cifrado en 200.000 euros y en un millón al año si se incluye al personal. La administración insular no puede asumirlo y la idea de que la instalación pública pueda ser gestionada por una empresa mediante una concesión parece una de las pocas opciones con sentido. El Consell debe tener un proyecto claro de lo que pretende conseguir para que el próximo contacto con la ministra Ana Mato sirva para dar algún paso en firme. Hay que descartar las dudas y las ideas imposibles.