Si tú, amigo lector, ganas cien millones de euros y tienes los santos bemoles de salir en televisión pregonando que estás "triste" y con cara de víctima, o eres idiota o eres imbécil. Sin más. Por mucho que te consideres el mejor en el fútbol, "rico, guapo y gran jugador", el encargado de encumbrarte es el aficionado, el que gana apenas mil euros al mes y los invierte en pagar 80, 90 o 100 para venir a verte un domingo por la noche cuando debería estar en casa descansando, porque desde hace unas semanas le toca trabajar más horas cobrando menos y sin quejarse porque tiene que considerarse un privilegiado.
Cristiano Ronaldo tiene derecho a estar triste porque se le ha muerto el canario, porque se le ha roto una uña o porque considera que nadie lo respalda, más allá del ejército de rémoras 'lameculescas' que le acompañan, amigos de saldo y esquina. Pero no a quejarse en público ante una audiencia de millones de personas cuyas penurias sobrepasan con creces cualquier atisbo de tristeza que el pedorro blanco pudiera sentir.
Quizás, el infeliz de Ronaldo haya descubierto que tener tres Ferraris en el garaje, compartir cama con una supermodelo, ganar más dinero del que se pueda gastar o privarse de platos riquísimos como 'es canalons des conco Pedro', porque su dieta para mantener la tableta de abdominales se lo prohíbe, no da la felicidad, te hace rico, guapo y buen jugador, algo que cuando nos reunamos todos con el pijama de madera para afrontar la eternidad, no servirá de nada.
Porque Cristiano se tira pedos, le pese a quien le pese, de los que huelen y de los que no, de los que truenan y de los que no. Es un chaval como cualquier otro con sus gustos, sus manías y un carácter complicado. Pero hay una diferencia entre ser un gran jugador y ser el mejor del mundo: La humildad con la que sigues siendo tú mismo a pesar de que todos te idolatren.
En el caso del fútbol, yo creo que si en la final del Mundial o de las dos últimas Eurocopas se hubiesen enfrentado la España de los jugones contra la Portugal de Ronaldo y, hipotéticamente, hubiésemos perdido, los españoles, culés o no, estaríamos orgullosos de cómo nuestros jugadores han jugado y han sabido aceptar la derrota. Lo que todavía nos hincharía más el pecho es que ninguno de los nuestros se parece a Cristiano y eso, es el mejor trofeo posible. Cretino.
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