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Al escritor Mario Vargas Llosa, como a muchos madridistas, no le debió gustar mucho ni cómo jugó el equipo merengue ni el resultado que obtuvo ante el Bayern de Munich. Horas antes de que se disputara el partido, confesó ser un forofo del fútbol y que aplaudiría "como un loco" si ganaban los blancos. Dicho esto señaló que "no creo que meter goles sea mucho más importante que pensar con claridad, que escribir una gran obra de teatro o un hermoso poema, o que pintar un buen cuadro. No lo es, pero hoy día sí lo parece". Las palabras del Premio Nobel de Literatura se enmarcan en unas declaraciones sobre su nuevo libro "La civilización del espectáculo", en el que reflexiona, con un aire pesimista, sobre la banalización de la cultura, la política y el periodismo.

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El autor peruano expresa unas valientes opiniones que invitan a reconsiderar una serie de valores. Y en estos convulsos tiempos que estamos viviendo, en el que la ciudadanía está desencantada de los políticos (como lo reflejan las encuestas), advierte con acierto que la asociación de la política con "la desvergüenza, la pillería y la mediocridad" es "un suicidio lento para la democracia". Son apuntes que deberían tenerse muy en cuenta y que lanza para sacudir a una sociedad en gran parte, noqueada, adormecida o conformista y más en estos momentos de crisis. Vargas Llosa nos recuerda que la historia la escribimos nosotros, por lo que el futuro será lo que queramos los ciudadanos.