En el año 97, poco después de llegar a la Isla, Alexandra Mosca salió en uno de nuestros reportajes de verano como paradigma de joven que llega aquí para trabajar de temporada. Recogimos su experiencia laboral como recepcionista en un hotel de Sant Tomàs y el testimonio de que no echaba de menos la gran ciudad.
Venía de Milán, han pasado 23 años, y casualidades de la vida, nos la hemos vuelto a encontrar. Hoy, tiene 54 años y vive en Ferreries junto a su compañero de siempre, Vittorio, también procedente de Italia y con quien ha creado aquí una familia. En su pequeño núcleo hablan italiano y mantienen alguna de las tradiciones de su país. Ama su procedencia y abraza con el mismo sentimiento las particularidades de la Isla, la tranquilidad o la cercanía del mar.
Su forma de hablar y su discreción la distinguen bien como italiana del norte. Profesionalmente, tras muchos años en el sector turístico, se decantó, al poco de ser madre, por un empleo no vinculado a la estacionalidad y que le diera estabilidad horaria. Ahora trabaja en una inmobiliaria de Maó, explica en un correcto castellano.
¿Qué prefiere, castellano o menorquín?
—Fa molta estona que visc aquí… Menorquín o castellano son dos idiomas que ahora compagino bien. Aunque debo decir que para un italiano es mucho más fácil la lengua catalana. Cuando llegué a la Isla, no hablaba ninguno de los dos idiomas. Vine con mi inglés y alemán y mi poco español de dos temporadas trabajando en Formentera. Me costó dos semanas entender lo que me decía mi jefe. El menorquín lo fui aprendiendo con el tiempo y me ha ayudado a integrarme en la Isla. Mucha gente muestra su sorpresa cuando me oyen hablarlo, comprando, etc.
¿Cómo vino a parar a la Isla?
—De joven había pasado algunos veranos en España. Antes de Menorca, mi pareja y yo estuvimos en Formentera. Vinimos a Menorca porque unos amigos de Barcelona nos habían hablado muy bien de la Isla. A mí siempre me habían atraído las islas y el mar. La primera vez que vinimos era abril de 1994, encontramos enseguida trabajo, y hasta ahora.111
¿Siempre en el sector del turismo?
—Yo procedía del sector de ventas. Había trabajado en Italia en la primera red de ventas de entradas de espectáculos del país. Pero cuando llegué a Menorca me puse a trabajar en turismo y me fui especializando en este sector. En el primer hotel donde estuve pedí trabajar de recepcionista, pero no había ninguna vacante y estuve un mes realizando tareas en el comedor. De recepcionista pasé, después, con el tiempo, a trabajos de dirección.
¿Por qué se instalaron en Ferreries?
—Nos instalamos primero en Es Migjorn, por proximidad con Sant Tomàs, donde estaban los hoteles donde trabajábamos mi pareja y yo. Aquí hicimos buenas amistades. Pero por un tema de vivienda, nos trasladamos a Es Mercadal, y cuando ya decidimos comprar una casa, la encontramos en Ferrreries. Hablo de los tiempos en los que se podía comprar inmuebles a un precio razonable. Era el año 2000 y los precios no estaban tan disparados.
Nació la prole y esto supuso un cambio de trabajo.
—Cambié de sector básicamente para poder tener un horario más estable y poderme dedicar a mis hijos. Si no, ¿para qué iba a tenerlos? Además, en nuestro caso, aquí no teníamos ningún tipo de ayuda familiar. Tessa y David hoy tienen 18 y 16 años. Nacieron aquí, son menorquines, pero es verdad que entre ellos hablan italiano y tienen este vínculo también por nuestro lugar de procedencia. Les encanta ir a Italia, en parte, seguramente, porque lo asocian a vacaciones. Cuando eran pequeños íbamos más, pero ahora, el trabajo y el colegio, las obligaciones, hacen que solo podamos viajar por Navidad.
¿Se lleva bien la distancia?
—Sería más fácil si hubiera más posibilidades de vuelos. Es más, al principio, era más cómodo, porque había más frecuencias de vuelos y a mejor precio. Con el tiempo se ha puesto más difícil viajar a Italia. En Milán tengo a mi padre y a una hermana, además de otros familiares, un montón de primos y primas.
¿Cómo está viviendo lejos la situación que asola ahora el país?
—Cuando empezó a ponerse feo allí, con un gran número de contagiados, tenía la sensación horrible de que no puedes hacer nada en la distancia, de que no puedes estar allí. Pero he preferido no pensar en lo peor, y por suerte, de momento, toda mi familia está bien.
¿Lejos de la pandemia, cómo es Milán?
—Fantástica, sobre todo, cuando eres joven, porque tienes mil posibilidades de arte, cultura y eventos. Me recuerdo con mis amigos haciendo vida fuera. Eran otros tiempos. Y es un sitio ideal también por el entorno de naturaleza, montaña y lagos, que tienes cerca, en la región de Lombardía. Pero como ciudad más al norte de Italia que es, hace más frío, no hay mar y el clima es distinto.
Se habla siempre de la diferencia entre italianos del norte y del sur.
—En Milán son más austríacos, por decirlo de alguna forma. Los mil y pico de kilómetros que separan el norte del sur marcan la diferencia. Pero no quiero quitarle nada de encanto tampoco al sur. Quizás no nos diferenciamos tanto, porque en general, nos caracteriza un tono de voz alto y la gesticulación cuando hablamos. Esto son rasgos muy italianos en general.
¿Hay tópicos vinculados a la gente de Milán?
—Ellos le dirán que son el motor de la economía de Italia [sonríe], y en verdad, tienen fama de ser muy trabajadores.
¿Se considera típicamente italiana?
—Toda mi familia es de la región de Lombardía. Nací en Milán. Aunque, realmente, no me interesan estas cosas de ser italiana o no [sonríe]. Además, tanto mi marido como yo, con los años que llevamos aquí, hemos cambiado mucho, seguramente, porque llevamos una vida muy diferente a la que llevan nuestros parientes o amigos italianos. Así que, cuando viajamos a Milán, ya no nos identificamos tanto con ellos. Me gusta, esto sí, poder disfrutar estando en Milán de otras cosas, como un buen espectáculo. Si tengo que elegir, me quedo con el estilo de vida de aquí y no podría volver a vivir en una gran ciudad.
¿Qué tradiciones italianas mantienen en Ferreries?
—Seguramente, más las culinarias. La pasta, con muchas salsas diferentes, o los rissotos, también con muchas variedades. Aunque hay muchas cosas de la cocina italiana que son similares a las de aquí. Brou se dice brodo en Italia. Me llamó la atención cuando lo escuché. Está el brodo di carne, o el brodo di gallina.
¿Y qué hay de la pizza?
—¡La pizza de ahí es la pizza! Es como pretender hacer una paella en Italia. Nosotros la cocinamos en casa, normalmente. Y bueno, en un restaurante, todo depende del sitio; en algunos es mejor que en otros. La pizza es un clásico, claro, en Italia, junto con la tarantella [baile típico].
También está el tópico de la moda y del vestir.
—Creo que sí, que nos diferencia la manera de vestir o el estilo en la ropa, porque todo el mundo lo dice, y también el calzado. Y Milán, seguramente, sigue siendo la ciudad de la moda. A mí me sorprendió todo el calzado y la artesanía que se fabrica en la Isla. Teníamos unos amigos de familiares que eran empresarios y en los años 70 venían ya a Menorca a buscar un tipo de piel, por cómo estaba tratada.
¿Qué tradiciones le gustan de la Isla?
—Siempre me ha llamado mucho la atención su cultura musical. Me gusta mucho cantar y una de las cosas más importantes que me ha pasado aquí ha sido poder entrar a formar parte del grupo de coral Clau de sol de Ferreries. Es una de las cosas que me ha hecho más feliz. En general, me gusta estar integrada en Menorca y considero que soy de los dos sitios.
¿Se relaciona aquí con gente de su país?
—Nunca hemos hecho nada especial, la verdad, para buscar en la Isla a gente de Italia, pero, siempre por casualidad, hemos ido encontrando a personas de nuestro país con los que mantenemos una buena amistad.
Responde probablemente a un perfil del norte del país transalpino, aunque asegura que nunca le ha preocupado sentirse más de un sitio que de otro
Vittorio fue su compañero de viaje cuando llegaron a la Isla, y junto a él ha formado una familia.
Con sus dos hijos, Tessa y David, disfrutando del paisaje y del mar, particularidades de la Isla por las que siempre se ha sentido atraída.
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«Cuando empezó a ponerse fea la situación en Lombardía, con un gran número de contagiados, tenía la sensación horrible de que no puedes hacer nada en la distancia»
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