Priorizar la formación de los médicos

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Quiero compartir una experiencia que mi familia y yo hemos vivido recientemente en el ámbito de la sanidad en nuestra isla. Considero que es importante visibilizar situaciones como la nuestra para reflexionar sobre qué valores y requisitos deben primar en la atención médica.

Hace unas semanas, a mi hijo le realizaron una revisión oftalmológica en el hospital de Menorca. Tras las pruebas pertinentes, el diagnóstico fue devastador: se nos informó que estaba perdiendo la vista por una posible atrofia del nervio óptico (no aconsejo a nadie mirar lo que es en internet) y que su situación estaba evolucionando hacia la ceguera... y explicado así , tal cual, sin ninguna sensibilidad, Imagínese el impacto que tuvo esta noticia en él, que tiene 25 años, y en nuestra familia. Pasamos días de angustia, ansiedad, miedo e incertidumbre, tratando de asimilar una realidad que, según el informe, era inevitable, y mientras esperábamos a que nos llamaran (sin urgencia) de Son Espases, nos dijeron que, si no nos llamaban en un plazo de 3 o 4 meses, volviéramos a contactar. ¿Podéis imaginar lo que supone vivir en esta incertidumbre durante 3 o 4 meses?

Entonces hemos considerado la opción de acudir a una clínica privada en Barcelona, una de las mejores de Europa, y afortunadamente acudimos a la Clínica Barraquer de Barcelona. Allí nos encontramos con un equipo médico que no solo revisó con rigor el caso, sino que también nos trató con empatía y profesionalidad. Tras una serie de pruebas exhaustivas, nos comunicaron que el diagnóstico inicial era completamente erróneo. Mi hijo no estaba en riesgo de quedarse ciego, ¡ni hoy, ni en el futuro!    Sí le han observado un nervio óptico con una apariencia distinta a la habitual, pero esto no es más que una característica individual, como ocurre en miles de personas (palabras de la profesional) y no afecta en absoluto a su visión.

Además, nos indicaron que el tratamiento con gotas que le habían prescrito le estaba causando más problemas que beneficios y nos lo cambiaron por uno más adecuado.

Esta experiencia me lleva a una reflexión profunda. En Menorca, como bien sabemos, se exige a los profesionales sanitarios que acrediten conocimientos de catalán como requisito para ejercer en la sanidad pública. No pongo en duda la importancia de la lengua en la atención a los pacientes, pero me pregunto: ¿no debería ser un requisito aún más fundamental la actualización constante en avances médicos, la profesionalidad y, sobre todo, la empatía hacia el paciente y su familia?

No se trata solo de hablar la lengua del paciente, sino de saber escucharle, de comprender el impacto emocional de un diagnóstico y de actuar con la prudencia y el rigor necesarios antes de dar una noticia de tal magnitud. Nuestra familia vivió días de angustia innecesaria debido a un diagnóstico erróneo que, con una evaluación más precisa y actualizada, jamás se habría producido.

Creo que es hora de replantearnos qué requisitos deberían ser «prioritarios» en la sanidad pública de Menorca. No basta con exigir el dominio de una lengua, si no se garantiza al mismo tiempo que los profesionales médicos estén a la altura en lo que realmente importa: su formación, su ética profesional y su capacidad de tratar con humanidad a los pacientes.