«La verdadera felicidad está en la ecuanimidad», nos dice Òscar Pujol, traductor del sánscrito al castellano del Bhagavadgîtâ, el texto más popular del hinduismo que enseña un método más vigente que nunca para alcanzar ese estado mental. Uno en el cual la persona nunca se altera y no se aflige ante el dolor y tampoco se excita frente al placer. «Los dos grandes enemigos» del ser humano, como afirma el recién nombrado director del Instituto Cervantes de Fez (Marruecos). Durante años también estuvo al frente de este organismo público en Río de Janeiro y Nueva Delhi. «La India es mi segundo país», confiesa, porque allí ha vivido con su mujer 28 años, gran parte de ellos en Benarés, donde se doctoró en sánscrito, la lengua india clásica que, a diferencia del latín, sigue muy viva. «Es uno de los lugares más diferentes en los que puedes estar hoy en día; rompe las presiones de nuestro pensamiento y te obliga a cuestionar muchas cosas que hasta entonces creías naturales», comenta sobre la influencia que ejerce la cultura del gigante asiático. La traducción e introducción para el lector no especializado sobre la Gîtâ, como también se conoce este texto, está publicada en la Editorial Kairós, puente intelectual entre Oriente y Occidente desde que fuera fundada por el filósofo Salvador Pániker en 1964.
Para situar al lector: resume de qué va el Bhagavadgîtâ.
Es un texto que se inserta dentro de la ética del Mahabhárata, una de las dos grandes epopeyas de la India, junto al Rāmāyaṇa. La Gîtâ narra una guerra fratricida entre los Pándavas (buenos) y los Kauravas (malos) y Arjuna es el héroe más destacado de los primeros. Antes del enfrentamiento le pide a Krishna, un rey aliado que conduce la carroza de guerra en la que montan, que le lleve hasta la tierra de nadie que hay entre ambos ejércitos. Arjuna ve en ese momento a sus amigos, familiares, maestros y gente a la que respeta y a la que debe matar. Eso le hace dudar, porque no quiere acabar con ellos, aunque el reino que defienden les haya hecho muchos males.
Y ante esa disyuntiva, Krishna le expone una serie de enseñanzas filosóficas para que cumpla con su deber como guerrero.
El dilema plateando es muy moderno, aunque la respuesta ha sido muy criticada precisamente por el pensamiento moderno. El mensaje de la Gîtâ va en consonancia con la moral predominante de la época. No es un libro revolucionario porque no busca cambiar el pensamiento de ese momento y defiende el orden de castas, por citar un ejemplo. Aun así, el valor más elevado del libro es la no violencia, y no era lo común que un guerrero en el mundo antiguo tuviera remordimientos. Krishna le recuerda a Arjuna que toda su vida ha sido un guerrero y que su Dharma, su deber, es luchar por causas justas como la que se le presenta en ese momento. La vida no va de lo que uno quiera o no quiera hacer, y ese es un mensaje importantísimo. Los enemigos más grandes que tenemos son el placer y el dolor, y la verdadera felicidad está en la ecuanimidad: una persona que nunca se altera, que no se aflige ante el dolor y tampoco se excita frente al placer. Eso no quiere decir que siendo así uno no disfrute de todas las cosas que ofrece la vida.
¿El contexto bélico del texto es una metáfora de la batalla que libramos durante nuestra existencia?
Desde luego. Y esa batalla, precisamente, se traduce del sánscrito como viaje del cuerpo, que suena mejor.
Es un manual de vida que permite liberarte del sufrimiento sin tener que renunciar y apartarte de la sociedad. ¿Cómo resumirías el karma yoga, la doctrina del Bhagavadgîtâ?
Cada acción tiene un resultado visible, pero también otro invisible que puede tener consecuencias no inmediatas que quedan almacenadas. Según los indios, si matas a una persona y no te descubren, lo acabarás pagando. Ese acto siempre queda registrado, no te libras, es como una ley física. Esa es la lógica del karma. La Gîtâ nos dice que cuando hacemos acciones intencionadas somos esclavos de los frutos de esas acciones. Y la manera de ser libres es hacer la acción correcta, la que contribuye al bienestar de la sociedad. El hombre liberado siempre hace el bien porque es lo natural, no lo hará por un interés personal. Cuando eres capaz de actuar sin pensar en los resultados, entonces eres libre. Por eso es importante averiguar cuál es tu Dharma. La única manera de hacer algo sin esperar resultados es hacerlo con espíritu lúdico, y el karma yoga te lleva a hacer lo mejor que sabes disfrutando. Cuando perdemos la ansiedad por los resultados, mejoramos. El reconocimiento lo encuentras si no lo buscas y por eso la Gita tiene mucho de filosofía estoica. No reaccionas a lo que pasa en el mundo, reaccionas a la interpretación que haces de las cosas. Hay un instante de libertad entre el impacto que cause sobre ti una acción y cómo reaccionarás.
¿El karma yoga es una filosofía de vida extendida entre la población india?
Está en el ambiente. Hay una sabiduría tradicional que les hace menos infantiles. La nuestra se ha vuelto infantil porque solo se enfoca en los resultados. Estamos tan obsesionados por la acción visible que no prestamos atención a la que no se ve. Tenemos una visión muy titánica de la vida, que conquista según la ley del más fuerte, pero esto nos acaba perjudicando. Los titanes tienen poder, pero no la autoridad. Vencen, pero no convencen, como decía Miguel de Unamuno. En la Gîtâ ya se advierte sobre el hombre emprendedor y agresivo. Los chinos en el siglo XV tenían una flota que surcó gran parte de los mares del mundo, pero solo para ver, conocer y aprender. No tenían intención de conquistar otros territorios, como sí hicieron los europeos. En la India, y en Fez también, todavía hay una visión que no es colonialista ni explotadora. Winston Churchill, que todo el mundo cita, mató de hambre a más de tres millones de indios. Tuvo mérito de plantarse ante Hitler, pero no era un liberal que creyera en la igualdad, era un racista. Esa es la percepción que hay en India sobre él.
¿Y crees que esa sabiduría perdurará?
Creo que los indios nunca perderán el cordón umbilical con el origen, y por eso son los únicos que siguen creyendo en los mismos dioses. Es como si en Grecia todavía creyeran en Apolo. Aun así, hoy en día, y más que nunca, los jóvenes indios saben menos de su propia tradición. Como nos pasa a nosotros.
Imagino que meditas y practicas yoga, pero no el que la mayoría debe pensar.
Soy un hombre casado, muy activo y con una aspiración espiritual que no deja de ser una especie de ilusión que nos creamos, un teatro del mundo. La vida es un sueño real, pero tiene algo de onírico. Practico la meditación y el yoga en el sentido de Patañjali, que está más centrado en observar la mente. No hago las técnicas posturales ahora tan conocidas, exceptuando la posición del loto, que la uso cada día. Yoga significa muchas cosas, pero no es unión, como suele decirse, la traducción más común es técnica. Es un método, un camino, que puede ser muy específico.
Alguna vez has dicho que «no somos conscientes de la tristeza del materialismo, de cómo reduce la experiencia humana. Al negar la espiritualidad nos condenamos a una vida en la que solo se busca es el resultado».
Sí, es algo que nos hace sufrir y que la Gîtâ ayuda a sobrellevar. En 1985, junto a mi mujer, hice una meditación intensiva con sesiones de unas 10 horas durante 15 días. Lo que entiendes tras esa experiencia es que para seguir esa vía tienes que hacerte monje, y era algo que no nos interesaba. Por eso la Gîtâ ofrece un término medio. Al final, la práctica espiritual profunda, donde pierdes la conciencia habitual y dejas de sentir el cuerpo, no sirve para nada. La vida va de otra cosa y la ecuanimidad de la que hablamos me parece más importante.
¿Cómo el Bhagavadgîtâ pudo ser el libro de cabecera de Gandhi y del revolucionario mexicano Francisco Madero?
Es algo muy interesante. No es un libro de ética, es de yoga, y esa técnica se puede usar, en cierta manera, para cosas buenas o malas. En cualquier caso, quien hace el buen uso de la Gîtâ es Gandhi. El jerarca nazi Heinrich Himmler la leyó y es algo increíble, pero la Biblia se cita constantemente para lo que interesa. Cualquier texto se puede manipular, sobre todo cuando es bueno, como es el caso de estos dos libros. Para la filosofía del Mahabhárata la no violencia es el principio supremo. Si alguien me dice que para hacer una sociedad igualitaria se tienen que matar a miles de personas, jamás estaría de acuerdo. Si la violencia es justificable, y esto es algo que mucha gente defiende, para mí es una línea roja. La Gîtâ contiene un pensamiento metafísico, y son enseñanzas que se mantenían ocultas porque si las coges y aplicas fuera de su contexto de la dualidad moral, sirven para justificar cualquier comportamiento. Y ese, desde luego, no es el mensaje de la Gîtâ.
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