Seguramente han oído ustedes la expresión: «No ver tres en un burro», y a lo mejor hasta saben que a principios del siglo pasado el precio de las gafas era muy alto, pero de repente se redujo tanto que había mucha demanda entre los habitantes de la España rural. Entonces, cuando los oftalmólogos ponían los consabidos cartelitos con letras cada vez más pequeñas en la distancia, se encontraban con que muchos pacientes no sabían leer. Luego dieron en poner fotografías. Los pacientes tenían que describir todos los detalles desde lejos. Entre las fotografías había una de tres chicos montados en un burro. Los pacientes miopes no veían bien los detalles, a veces no veían ni al burro. Esto es lo que le ocurrió al portero del Chartlon Atletic, Sam Bratram, en 1937, durante un partido contra el Chelsea; había tanta niebla en el campo que no veía tres en un burro. Era por Navidades, el árbitro detuvo el juego en varias ocasiones y cuando la visibilidad mejoraba el encuentro se reanudaba. Sam Bartram dijo que cada vez veía menos a los jugadores, pero estaba seguro de que su equipo dominaba el partido. Sin embargo, sabía que no habían marcado, porque no había gritos de júbilo. Pero entonces todo se volvió muy silencioso. Ninguna jugada llegaba a la portería, pero Sam Bartram se mantenía bajo los palos, ojo avizor, por si las moscas. Así pasaron quince minutos, hasta que de la densa niebla surgió un hombre uniformado y le gritó al portero:
Les coses senzilles
Tres en un burro
07/02/22 0:59
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