Estamos pasando de la Transición a la Demolición. De un Estado de derecho a un desastre de incierto final. Se empieza por una senda y, cuando uno se da cuenta, ya no sabe cómo dar marcha atrás. La excesiva permisividad tiene consecuencias: se sobrepasan los límites y se pierde el miedo a cualquier autoridad que no se avenga con nuestras pretensiones. Se hace imposible la convivencia pacífica. No hay garantías cuando triunfa la intimidación y numerosos delitos quedan impunes. Eso es lo que hemos estado buscando o permitiendo, arrastrados por el neopopulismo y los fanáticos de turno, ante el silencio o la pasividad cobarde de la mayoría. Nada nuevo. Cuando se crean divisiones entre ciudadanos, se recogen frutos amargos. Arden ciudades, se interrumpe el tráfico, se pierden amistades, se quiebra la confianza, aparece el caos.
Sin flash
El desmadre
20/10/19 0:07
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