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La sonrisa y la cercanía que tanto paseó en campaña electoral por la Isla se va apagando. Es lo que tiene el poder. La prensa ya no pregunta sobre propuestas, solo pide explicaciones. Los colectivos ya no plantean, han pasado a exigir y a quejarse por actuaciones realizadas. A José Ramón Bauzá le incomodan especialmente los sindicatos, esa mosca cojonera vestida de forma "casual", que molesta a los trajeados políticos en sus pautadísimas visitas a Menorca. Ya le pasó en el Consell en su carrusel de entrevistas con los alcaldes, y el viernes repitió en Alaior. No le gustan nada. Se tensa. Les espetó que si algo tienen que decir se presenten a las elecciones. Pura demagogia. Lo mismo les podría decir a lobbys como el sector turístico, la CEOE y derivados, o los que le empujan desde la sombra con un "dale fuerte José Ramón" en todo lo que respecta a la lengua. Tampoco el portavoz Rafael Bosch está muy simpático. No tuvo a bien ofrecer a toda la ciudadanía, que no a un medio de comunicación, la información sobre lo que había costado el desplazamiento de dudoso provecho del equipo de gobierno autonómico a Alaior. Se despachó con que ha sido un gasto "básico" y le arreó al PSM con un argumento marciano sobre descentralización. Oiga, yo no soy el PSM y quiero saber cuánto ha costado la gaita. Porque descentralizar no es venir, rodearse de propios, pasear y decidir lo que también se hubiera decidido en Madagascar. Estar cerca es otra cosa distinta, pero que muy distinta.