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Mi amiga Cuchi está patidifusa, indignada y casi que enfadada. Ha seguido con interés todo lo que ha acontecido esta semana a raíz de la Jornada Mundial de la Juventud. "Chica, que quieres que te diga, con este calor no se estaba mal en casa siguiendo los actos, con el aire acondicionado a tope", me explica. Y le ha llamado poderosamente la atención el desplante de José Luís Rodríguez Zapatero. "Para una vez que hacemos las cosas como Dios manda, y nunca mejor dicho, tiene que llegar este señor a estropearlo", me cuenta airada, como si el plantón se lo hubiesen dado a ella. "Porque ni que no tenga que ver con sus creencias, ni que sean vacaciones, ni que esté de vuelta de todo porque no repite y ha tenido que adelantar las elecciones, si viene el jefe de uno de los Estados más poderosos del mundo, líder además de millones de personas, Zapatero tenía que haber estado presente en la bienvenida, la despedida y los intermedios, ¡leches!". Me sorprende Cuchi, más dada a comentar los modelitos y los kilos de Letizia que a despotricar sobre cuestiones de política nacional e internacional, sobre todo porque, en contra de lo habitual en ella, no le falta razón.