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La zona azul tiene más enemigos que admiradores. La ciudadanía suele digerir mal que aquello que era gratis pase a tener precio, y así ha sucedido en Maó con la calle Albert Camus después de casi cinco años de vida "de franc". Algunos dirán que tener que pagar por determinadas prestaciones no es progresista, pero en realidad es todo lo contrario. El espacio público es de todos y su uso por parte de unos pocos tiene que revertir en un bien común mediante la recolección de tasas o impuestos que sirvan para abonar servicios básicos, como la sanidad o la educación, en los que la gratuidad es incuestionable. La zona azul en lugares de alta concurrencia supone el mismo caso que las terrazas de bares en las aceras, los mercados ambulantes o los amarres de Es Canutells o Es Grau. Y la zona azul no tiene por qué suponer la deserción del ámbito en el que se aplica. Maó cuenta con unas distancias que pueden ser cubiertas andando en prácticamente todos los casos, incluso con niños pequeños, en menos de media hora. Erradicar los estacionamientos prolongados, favorecer la rotación, es beneficioso para cualquier zona comercial, siempre que ésta sea atractiva por sí misma, claro. Luego, hay que ser imaginativos: una hora de zona azul por cada veinte euros de compra. Por ejemplo. ¿O prefieren la saturación automovilística de Avenida Menorca?