El derecho a huelga es inherente a la democracia, no obstante su uso es en muchos casos un abuso que algunos cometen casi por rutina, en perjuicio del resto de la población y de lo que debería ser su correcta utilización. Ciertos colectivos cuya actividad repercute de forma directa en el día a día de miles de ciudadanos tienen en su mano una privilegiada arma de negociación laboral muy golosa y recurren a ella sin atender, en numerosas ocasiones, a una adecuada proporcionalidad entre reivindicación y protesta. Para el metro de Madrid, y la ciudad se colapsa. Paran los pilotos, y no se vuela. Paran los docentes, y el niño se tiene que quedar en casa o haciendo puzzles con los servicios mínimos. Son huelgas de efecto masivo pero no vital. Es decir, no son médicos. Los últimos en apuntarse al carro han sido los controladores aéreos, con una nueva modalidad disfrazada de pandemia gremial. Estas huelgas son mediáticas y poco solidarias, porque buscan el titular de prensa y porque para lograrlo perjudican más al usuario-camarada que ha logrado irse de vacaciones ahorrando euro a euro que al propio patrono, que además no es un señor con sombrero de copa y puro que cuenta billetes sentado en un sillón sino el propio Estado. Es decir, de nuevo todos los ciudadanos-camaradas. Curioso sindicalismo.
El apunte
Curioso sindicalismo
22/07/10 0:00
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