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Los dispositivos de seguridad de los automóviles, un indiscutible componente de fortuna, en opinión de la Guardia Civil de Tráfico, y las limitaciones de velocidad inherentes a las condiciones de nuestras carreteras durante la época estival cuando las vías interurbanas rebosan de vehículos, mantienen a Menorca como la Isla de menor siniestralidad en carretera de todo el Archipiélago. De hecho, en los últimos tres años se han contabilizado únicamente dos víctimas mortales por accidente, a pesar de que en 2023 la cifra de fallecidos en Balears fue de 41, solo uno de ellos fue en este territorio el pasado mes de septiembre, en la carretera de Maó a Fornells.

La frialdad de las cifras, no obstante, no es óbice para reclamar seguridad en esa principal arteria menorquina cuya reforma acumula prácticamente un decenio de retraso por discrepancias en relación a su ejecución.

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Es por eso que los usuarios habituales del cruce de Talatí han salido a la vía para reclamar una intervención inmediata en    la intersección que el pasado marzo se cobró una de las dos víctimas de esta Isla desde el año 2021. Su histórica reivindicación está más que justificada. Ya lo estaba antes pero ahora incrementa su razón porque en la controversia aparece la lamentable pérdida de una persona en accidente de tráfico que probablemente podía haberse evitado si la necesaria reforma ya hubiese sido una realidad.

A la vista de la demora que supone el proceso cada vez que se reforma un tramo, no es de extrañar que los vecinos de Talatí soliciten una solución aunque sea transitoria, y tampoco es de extrañar que hayan salido a la carretera para hacerse oír, como señalaba la hija del fallecido esta semana en una carta desgarradora. Los manifestantes fueron muchos menos que aquellos que han pisado el asfalto otras veces para bloquear rotondas a doble nivel y subrayar su negativa al desdoblamiento, pero no por ello, menos importantes.