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Esto de las polémicas viene de antiguo. La palabra deriva del griego polemikos: «belicoso, hostil», y de polemos: «guerra». Con esto, está todo dicho. ¿Por qué nos gusta tanto discutir? Sería un buen tema de discusión, pero no sé si nos pondríamos de acuerdo.

Además de numerosos temas generales para enzarzarse en un debate, tenemos polémicas locales. Temas cercanos y controvertidos para no tener que irnos por los cerros de Úbeda, que están muy lejos. Cuando uno quiere discutir, puede hacerlo sobre cualquier cosa: la lengua, la corrupción, la protección del territorio, fútbol… Más que el tema en sí, lo importante es no estar de acuerdo en absoluto. Disentir, discrepar o litigar con los demás, resulta entretenido. Imaginen que estuviésemos de acuerdo en todo.

Las polémicas son bastante cansinas y estériles, aunque deberían ser amenas y útiles. ¿Qué pasaría si se encontraran la minoría ruidosa y la mayoría silenciosa?

Si un nombre puede ser común o propio, podríamos hacer lo mismo con las lenguas: una común y una propia.

La OTAN es la organización de países que nos defiende de Putin, presidente ejecutivo (y ejecutor) de Rusia. La OTAN tiene mala prensa en países donde hay libertad de prensa. En los países donde no hay libertad de prensa (ni de nada) esto no pasa.

Queremos que nos ayuden a defendernos, pero a distancia. Nadie quiere guerra, pero si no hacemos más que discutir, recordemos lo que polémica (polemos) significa.