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Pensé titular este artículo, «Un chino en la guerra», porque Miquel López Crespí explica en su antología de viajes literarios que un chino vino en bicicleta desde su país a defender la República con las Brigadas Internacionales. Esto me da idea del fondo de este libro, la solidaridad, en este caso entre gentes con precariedad de medios frente a los poderosos. Esta idea de la solidaridad, la defensa de los desvalidos, es omnipresente en las páginas del libro, publicado por Diari de Balears, que forma parte de la colección que ofrece recopilaciones de artículos de intelectuales de las Illes Balears. En el libro de Crespí, «Camins Literaris», se incluyen multitud de viajes propiciados por la imaginación: viaje al París de 1871, a la prehistoria, al primero de mayo de 1936, a un campo de concentración, al corazón de las Brigadas Internacionales, a la guerra de Cuba, al país del Gran Kan, a la Revolución Francesa, al primer día de la guerra civil en Sa Pobla, al Madrid del 1939, etc. A menudo son fragmentos de novelas o narraciones del propio autor, como «Carambé, dietari de George Sand», «Notícies d’enlloc», «Les vertaderes memòries de Salvador Orlan», «Gardènies en la nit», «El vicari d’Albopàs», «Viatge al país del Gran Kan», «París 1973», «Caterina Tarongí», «Els crepuscles més pàl·lids», etc. Porque, además de ser el autor más premiado del mundo, López Crespí ha publicado más de sesenta libros de novela, narrativa breve, poesía, teatro, memorias, ensayo y ha sido ampliamente traducido. Enhorabuena.

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El poder de la prosa de Crespí nos hace vivir los episodios que narra, y ese debe ser uno de los mejores logros de un narrador. No se trata de erudición acerca de hechos históricos a menudo desgarradores, sino de capacidad para revivir y reinventar el sufrimiento humano junto a los personajes reales de la historia. Describir lo cotidiano cuando ocurren grandes tragedias como la guerra civil española, la revolución francesa, el confinamiento en un campo de concentración o la indefensión en una cueva prehistórica. Los jóvenes que iban a la guerra sin ser conscientes de que al cabo de pocas horas les esperaba la muerte. La madre que servía el arroz cuando acababa de comenzar una guerra entre la opresión y el hambre, sin llegar a pensar que los muertos dejan de comer para siempre. Un poco de café caliente en el frío inmisericorde de la trinchera. Los himnos dispares que idealizaban una guerra entre hermanos. El grifo abierto entre la confusión y el espanto.