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Nunca imaginé que un día volaría con una vicepresidenta, pero sí. Fue el pasado sábado, en la jornada de reflexión para los gallegos. Y no, no fue en el Falcon. Fue en un vuelo regular de Iberia. Más concretamente en el IB0571, desde Santiago de Compostela a Madrid. Clase turista ambos. Y el de Cultura, también.

La verdad es que la presencia de la vice, de su séquito, periodistas y es de suponer también de escoltas, hubiera pasado inadvertida si no hubieran sido los últimos en entrar al avión. Y sobre todo por el pequeño intervalo habido entre la entrada del pasaje normal y ellos. Y poco más. Bueno, unos supuestos bombones o caramelos casi al final del viaje, o al menos así me pareció desde la distancia. Supuestos, eso sí.

Por lo demás, todo normal. Como si se viajara con el vecino del tercero. O el tendero de la esquina. Y muchos coincidirán en que así debe ser. Que los políticos son uno más y que los pagamos con el dinero de todos. Nada que decir. Todo correcto.

Durante el trayecto -del mismo modo que la periodista que se sentaba en el asiento de la fila anterior a la mía redactaba la crónica del cierre de campaña- mi cabeza estuvo ordenando el escrito de hoy. ¿Qué hubiera escrito si la vice y sus allegados se hubieran sentado en los asientos de primera clase? ¿Y si en vez de la vice hubiera sido Feijóo quien se hubiera sentado en ellos?

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Tuve tiempo de reflexionar. La jornada lo permitía. Era un viaje privado, se suponía. Un viaje de partido. Y por tanto sufragados los gastos por sus simpatizantes, afiliados, derramas y cómo no, como en todos los partidos, por dinero público. ¿Y si era un viaje privado, pagado desde el presupuesto particular de uno o de su partido, qué derecho tenemos los demás mortales en exigirles que se sienten en un lugar u otro?

Otra cosa muy distinta hubiera sido, como suele hacer el presi, el de utilizar el Falcon para actos particulares, familiares o de partido. Allí es donde debe fiscalizarse el buen o mal uso del dinero público, por mucho que se escude en que sean los servicios de seguridad quienes elijan la forma cómo tiene que desplazarse. Vamos, que el «yo me lo guiso, yo me lo como» de Juan Palomo, hecho a imagen y semejanza del presi.

En el caso que nos ocupa, pues un aplauso para los asesores de imagen de la vice, y de su ministro. Un aplauso para ella. Pero, sepa señora Yoli que, si se hubiera sentado en la zona vip del avión, un servidor no la hubiera criticado. Estaba en su derecho, previo pago, claro.

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