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Debemos alegrarnos de que todavía haya críticas y oposición a las grandes tecnológicas, y recelos ante la inteligencia artificial invasora, porque en pocos años los críticos y disidentes digitales serán ellos mismos digitales, y de la crítica literaria y cinematográfica, también de la política, se ocuparán robots inteligentes y algoritmos criticones, pero constructivos, porque los seres humanos no darán la talla. No estamos capacitados para juzgar la novela de una máquina, ni la dirección de su peli, ni siquiera las medidas de un gobierno asesorado por una IA provista de programas de gobernación y millones de datos. Como imagino que quienes trabajan en la IA son gente inteligente, saben que la inteligencia es crítica por definición, crea su propia oposición, por lo que ya deben estar diseñando artefactos capaces de oponerse a otros artefactos, y criticarlos con rigor mecánico.

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Si pueden programar un aparato que filosofe como Platón, con facilidad podrán programar otro que ataque dicha filosofía, destaque sus errores y hasta se mofe de ella como hacía Voltaire con Rousseau. O Schopenhauer con todos. Y si se puede confeccionar una IA que rebata cualquier sistema filosófico, la crítica literaria es coser y cantar para un robot listo. De hecho, críticos robóticos (muy técnicos), aunque humanos, siempre han abundado mucho en ámbitos culturales. Un paso más, que sin duda se dará, es la fabricación de una IA disidente, que se oponga y rebele contra la inteligencia artificial y sus logros. Lo que naturalmente dejará obsoletos y sin trabajo a los críticos actuales, incluidos los de arte y los gastronómicos, incapaces de competir en argumentos, objetividad y conocimiento con esa inteligencia respondona. Mal asunto para los que creen que la labor de denuncia es únicamente humana, y no la puede hacer una máquina. Claro que puede. La tecnología, a diferencia del poder político, no pretende anular la crítica, sino incorporarla. Ejercerla ellos. El presidente de Microsoft, Brad Smith, que invertirá en España 2.100 millones en IA, declaró el lunes que hay que ralentizar la IA, o apagarla. ¡Inteligencia autocrítica! Qué cabrones. Más nos vale disentir mientras aún podamos.