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Uno de los problemas que más preocupa a los ciudadanos de muchas ciudades de España es la limpieza de las calles. Una de las causas ha sido la privatización de estos servicios. En Madrid se ha visto claramente. En 2011 la alcaldesa Ana Botella firmó los contratos con varias compañías y en un par de años el número de empleados de limpieza se redujo de 6315 a 3904. Esta reducción en servicios tuvo un impacto muy negativo en la limpieza de las calles.

La cosa tiene cierta lógica. Las empresas privadas tienen como objetivo sacar beneficios y eliminar puestos de trabajo es un primer paso. A menos que los contratos tengan objetivos muy bien definidos sobre lo que hay que conseguir, se tendrán resultados negativos y reducción de servicios.

Como el contrato era de 10 años, nada pudo hacer Carmena para mejorar la situación y no fue hasta 2021 que Almeida renovó el contrato aumentando el numero de vehículos, pero se volvió a bajar el número de barrenderos. No se ha visto mejora con esta nueva versión del contrato, a pesar de que el gasto de estos contratos ya representa un tercio del presupuesto municipal.

Pero no es solo la privatización de los servicios de limpieza es la causa del aumento de suciedad en las calles, posiblemente la mayor causa es el comportamiento incívico de muchos ciudadanos. Lo vemos constantemente como para muchas personas el tirar papeles, colillas y todo tipo de porquerías en la calle es normal.

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En sábados y domingos por la mañana, si uno sale temprano a dar una vuelta por Madrid ve las calles llenas de latas, botellas, bolsas y toda clase de objetos de la celebración de la noche anterior. Pero no es solo eso, también ves meadas, vomitadas y otras porquerías del mismo estilo. Las personas dedicadas a la limpieza apenas pueden copar con tanta suciedad. La cosa empeora cuando hay botellones. Después de una fiesta de estudiantes, al cruzar el campus de la Universidad Complutense a la mañana siguiente aquello está asqueroso.

Cuando era joven nos burlábamos de los extranjeros por que no sabían beber. Nosotros cuando estábamos de fiesta, bebíamos vino y comíamos algo para así nos cayese bien el vino. Los extranjeros tenían la tendencia de beber mucho sin comer y acababan borrachos. Eso es lo que queríamos evitar, pero ahora parece todo lo contrario. Parece que emborracharse es el objetivo de las fiestas. En este sentido las cosas han empeorado en algunas partes con el llamado turismo de borrachera con el que importamos extranjeros borrachos que siguen practicando en España.

A parte de la suciedad que dejan este tipo de celebraciones, está también el ruido y las molestias al resto de ciudadanos. Es difícil descansar cuando cerca de tu casa tienes botellones y este tipo de fiestas. Habría que tomar medidas serias y evitar esa fiestas escandalosas y a la vez educar mejor a los niños y jóvenes a tener comportamientos cívicos.

Debíamos haberlo aprendido ya. Segun algunos expertos, el Diluvio Universal ocurrió en 1647 antes de la era común. Pocos años después aparecieron en Sumer narraciones sobre el diluvio y sus causas, mil años más tarde parte de estas narraciones se incorporaron en la Biblia. Según las versiones más antiguas, en la «Épica de Gilgamesh», la causa de diluvio fue que los hombres con sus juergas nocturnas hacían tanto ruido por las noches y el dios Enlil no podía dormir. Él se dirigió al consejo de los dioses y propuso la destrucción de la humanidad por un diluvio y ellos aceptaron. La diosa Ea fue quien avisó a Utnapishtim, el Noé sumerio, y le dijo que tenía que prepararse para sobrevivir el diluvio y construir el arca.

Tanto en la versión más antigua del Diluvio como en la de la Biblia, la destrucción fue total. Los dioses no se preocuparon de buscar a los culpables, mataron a todos, hombres, mujeres, niños y fetos en mujeres embarazadas. No sé como se sentirá ahora Enlil con los botellones, pero es mejor tener cuidado.