No es muy habitual que a un político cuando se retira se le agradezca su servicio a la cosa pública. No me refiero a que tenga que ser objeto de esa especie de virus que nos invade de organizar cuantos más homenajes mejor. Las medallas repartidas entre «ellos» tienen poco valor. Es más sencillo y natural: le ves por la calle y le estrechas la mano para darle las gracias. Aunque no le hayamos dado el voto. Tampoco hace falta felicitar a todos los políticos que se van a casa, solo a los que nos parezcan honestos y humildes, a los valientes con errores, a los que han sido fieles más a unas ideas o valores que a un partido, a los que cuando hablan te miran y no solo te ven. Especialmente a los que han sabido convivir con el poder sin sucumbir a la tentación de creer que les pertenece, que es «mi tesoro».
Terra de Vent
A los políticos que se jubilan
14/04/19 1:02
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