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Hay algunas situaciones que me resultan altamente repugnantes y que dejan claro qué tipo de persona o, de imbécil, es el o la que las protagonizan. El último ejemplo es el de las elecciones en Andalucía. Andan las cabezas y los cabezos pensantes de la izquierda vomitando sobre los 400.000 votos que ha recibido Vox en un intento lastimoso de relamerse las heridas.

Me repugna, por ejemplo, la posición del ‘todopoderoso líder morado’ Pablo Iglesias llamando a los ciudadanos y sus respectivas a salir a la calle para combatir lo que el llama ‘avance fascista imparable’, cuando pacíficamente se llama democracia. Si una serie de sus discursos no han calado en la sociedad lo suficiente como para convencer en la intención de voto el problema no es de quien no lo entiende sino del que lo emite.

España, tan brillante en unas cosas y con tantas sombras en otras, sobrevive en una interminable lucha entre gente de derechas y gente de izquierdas. Dos posiciones ideológicas tan alejados como los representantes políticos quieran. Básicamente dos formas de ser antagónicas

Cuando Podemos y sus respectivas marcas blancas irrumpieron hace unos años gran parte de la sociedad entendió que eran fruto de un descontento general y de un hartazgo. La izquierda y la extrema izquierda -véase sus compañeros de parranda en el Congreso- aplaudió lo que ahora denuncia. Cuatro años después aquello prometido se ha quedado en nada o en poco, insuficiente al menos al sur de España donde el ciudadano de a pie está hasta las narices de 40 años de chanchullos.

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Entiendo que no gusten los resultados, que la formación de nuevo cuño despierte antipatías pero no comprendo cómo se critica un resultado electoral, una decisión del pueblo. Insisto, cuando un resultado no gusta lo que falla no es el votante, es el que debe conseguir votos.

Quizás, antes que ponerse a revisar el lenguaje para añadir palabras y palabros, deberíamos revisar los significados de las que ya existen no vaya a ser que tengamos mal entendido qué significa democracia.

Ahora mismo no recuerdo que la aparición de Podemos fuera acogida con llamamientos violentos por parte de sus antagonistas, a diferencia de lo que ha ocurrido en Andalucía con las marchas y las protestas. Una iniciativa que, en menor escala, también se encontraron Águeda Reynés y su equipo de gobierno cuando fueron recibidos con insultos y abucheos en su llegada al Ayuntamiento de Mahón en 2011.

Quizá convendría recordar que la democracia viene ligada por respetar dentro de los derechos humanos, todas las opciones. Atentar contra esas decisiones apesta a fascista.