Conozco de algún nota que asegura que para él la felicidad la encontró siempre debajo de una falda; otros la buscan en una botella; los hay que se quedan bocadabais viendo desde el castillo de san Nicolás las montañas de la tramontana mallorquina. Tengo un amigo bibliógrafo hasta la médula al que de tarde en vez se le caen hasta las lágrimas de felicidad si rebuscando en una librería de viejo se topa con un raro ejemplar descatalogado sobre caza o sobre los antiguos reyes, entre los diversos reyes españoles. Lo último que ha encontrado de una cortísima edición príncipe sobre reyes, ha sido la vida y la muerte del rey Favila o Fafila, aquel desventurado hijo del rey Pelayo, que tiene dos estatuas en Asturias, una en Covadonga y la otra en Cangas de Onís, frente a la iglesia tan asturiana ella en su estilo que no se me alcanza porque no la llaman «la asturiana». El caso es que el rey Favila, primogénito de Don Pelayo (739), lo mató un oso en una aciaga acción de caza, en la aldea de Llueves, muy cerquita de Cangas de Onís. De resultas de aquello, parece ser que para celebrar no sé qué republicano, sacan todos los años en romería un oso de peluche de tamaño natural. Una cruz grabada sobre una roca indica el lugar exacto donde el oso antimonárquico despedazó al primogénito de D. Pelayo. La retranca de las buenas gentes del Principado dicen cuando la cosa corre prisa: «¡espabila Favila que viene el oso!».
Així mateix
La felicidad no es para todos igual
13/01/18 0:30
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