Cuando vamos a revisión para el carnet de conducir nos suelen meter en una cabina y dejan sonar un pitido muy finito a derecha o izquierda. Si no lo notamos, estamos apañados, porque al parecer cuando conducimos o cuando caminamos por la calle dependemos en gran medida del oído parea detectar el peligro. Esto es tan así que si prescindiéramos de los ruidos de los motores tendríamos que aumentar mucho el tanto por ciento de atención que dedicamos a la vista, tendríamos que ser unos verdaderos linces para verlas venir. Por algo será que la ONCE se ha mostrado muy preocupada ante la posible proliferación de vehículos eléctricos y bicicletas, puesto que son muy silenciosos y los ciegos no pueden guiarse por el oído para percibir su presencia. Puede que para alguno esto casi resulte pintoresco, pero hagamos la prueba de vendarnos los ojos y tratar de cruzar un semáforo de oído. Seguramente estaremos tan perdidos como un pulpo en un garaje con gafas de sol y de noche, o como Beethoven cuando perdió el sentido del oído y quiso dirigir un concierto, o quizá, en ese caso, sería mejor decir desconcierto. Su imaginación le permitía componer sinfonías geniales, pero no podía oírlas. Si a nosotros además de los ojos nos llegan a tapar los oídos, creeremos que en lugar de un semáforo tenemos que cruzar un abismo.
Les coses senzilles
Guirigay
21/08/17 0:00
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