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Bebé. Sí, viene otro varón de camino que en unos meses hará madre a mi hermana, que se estrena. Y su hijo me hará tía, que me estreno también. Vamos a celebrar unas Navidades muy retoños. Es el momento de desprenderse de cosas materiales para darles nuevamente vida. Escribo estas palabras para pasar el duelo de la ropita de mi bebé, su minicuna de colecho, sus mantitas, y muselinas. Lo compras con amor, con la ilusión de llenarlo y cuando pasa el tiempo lo vas guardando por si viene otro, sea tuyo, de tus hermanos o de las amigas. Todo está en buen estado, es la belleza de guardar la esencia de tu bebé. Y te das cuenta que en meses se hace grande y que todo lo que doy ha dejado de ser suyo, ya tiene un nuevo dueño. Le iré pasando ropa (siempre en buen estado), excepto los zapatos. Aquí hago un inciso. Los zapatos no deben heredarse, ni siquiera deberían de comprarse de segunda mano, ni compartir. Ya que cada uno pisa de una manera muy diferente. Dicho esto, hace unos años abriendo armarios de la casa de mis padres hallé ropa de cuando mi hermana y yo éramos bebés...

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Creo que mi madre no quería que escapáramos de su melena de leona. La ropita hacia el dibujo de nuestros cuerpos de meses, un reguero de lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Me imaginaba vestida con ellas. Ahora, soy práctica. Debo serlo. Es un ejercicio casi espiritual de saber dejar, de saber dar. De saber que esa ropa o juguetes o cuna formó parte de mis hijos y van a seguir teniendo vida en otros hogares. La mayoría han sido retratados en fotos y siempre tendrán un testimonio. También es un ejercicio de saber que nuestros hijos se van haciendo mayores y debemos dejarlos volar. Siempre seremos sus guías. Ese ciprés de sombra alargada. Nuestros hijos se adentraban en suéteres de meses, de años y se despojarán para ir adentrándose en otros más adolescentes. En un principio se la eliges tú. Después eligen ellos. ¿Alguna vez heredó algo de alguien? yo heredaba de una sobrina de mi madre -que no sé que era mío, me pierdo en el árbol genealógico-. Lo curioso es que habían ciertos años de diferencia y claro las modas cambian. Me acuerdo de ponerme unos pantalones escoceses que se anudaban con lazos por debajo de la rodilla, con leotardos blancos. No recuerdo que me gustaran pero tampoco que me disgustaran. Me lo tenía que poner y punto, no me daban la opción de elegir. Ahora esta educación está cambiando. Ahora, recuerdo con perspectiva que había que defender lo que te ponía tu madre sí o sí, como en una pasarela de moda. Le guste a la modelo o no. Esto también conforma el carácter. Pero también tiene algo de romántico heredar. Una prenda con historia que la puedes seguir tú, o terminarla. Según la prenda u objeto de vida tenga.

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