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El compromiso leal y con la Iglesia de Menorca, la actitud de servicio, el talante amable y el intenso recuerdo de un hombre bueno se amalgamaron ayer tarde, en la Catedral de Ciutadella, en la despedida, emotiva y muy sentida, del presbítero migjorner Rafel Portella Moll.

Su inesperada y temprana muerte, a los 54 años, en la rectoría de su población natal, donde fue hallado el cuerpo sin vida, han provocado gran conmoción entre la comunidad católica menorquina, que llora el fallecimiento de este sacerdote de firme vocación y salud precaria. Primogénito de los seis hijos del matrimonio de Josep Portella Camps y Magdalena Moll Jover, el 1976 empezó a estudiar en la Escola d'Arts i Oficis de Maó, donde obtuvo el título de técnico administrativo. Al mismo tiempo, trabajaba en una empresa de construcción, donde ayudaba en las tareas de administración y contabilidad.

Tras la etapa de formación, se incorporó como administrativo en una empresa de Maó. Hasta la festividad de Sant Rafel de 1985 no entró en el Seminario de Ciutadella, donde, durante seis años, se dedicó a los estudios, la oración y la vida comunitaria. También colaboraba en la tareas pastorales de la parroquia de Es Migjorn Gran, donde daba catequesis desde los quince años. También ejerció como secretario de la Asociación de Padres de Familia, hoy Associació Cultural i Recreativa y también responsable de la Agrupació Escolta Cristòfol Barber.

Iniciada la década de los 90, Rafel Portella vio recompensados sus esfuerzos académicos y espirituales al ser ordenado como diácono por el obispo Ciuraneta en Es Migjorn (1991) y al año siguiente recibió el orden presbiterial. Después ejerció numerosos cargos y funciones en la diócesis de Menorca. Una vida sencilla y ejemplar para impulsar nuevas vocaciones en la Isla.