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Es una imagen repetida. La has ido observando –que no viendo- durante treinta y siete años. Y, como siempre, como si se tratara de un tenaz déjà vu, el sentimiento que te produce es el de temor, adobado de impotencia, esperanza e ilusión… Esa antítesis anímica anida igualmente –lo sabes- en ellos… También ellos temen, también experimentan cierta impotencia, también catan la esperanza y la ilusión. Todo huele a nuevo y no solo la mochila o los libros de texto… Tu pavor: ¿Podrás ayudarlos? ¿Tu impotencia? Tras siete reformas educativas vividas, la incapacidad nacional por cambiar las cosas. ¿Esperanza? Forzada. La ilusión, innata e intacta…
Al verlos, en las puertas del instituto, de los colegios, el pavor se acrecienta y varía. Porque la pregunta va más allá del ámbito educativo. A saber: ¿Qué futuro les aguarda? ¿Qué mañana les acecha tras la esquina de la adolescencia rápidamente consumida? ¿Qué horizonte les estáis preparando?

Junto a las libretas vírgenes y los bolígrafos en paro, algunos de ellos portan vivencias familiares difíciles. Uno tal vez vio como se materializaba, en propias carnes, aquel viejo refrán de que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor huye por la ventana. Otro habrá visto la angustia de los padres en paro. Existirá quien habrá sentido frío en invierno a tenor de la pobreza llamada hoy energética… Y Juan (en ese Juan caben multitud de nombres dispares) se habrá sentido –puede- moneda de cambio en divorcio mal vivido… La publicidad le venderá, paralelamente, que para ser feliz es necesario ir vestido de marca y utilizar el último modelo del móvil más caro y alienante… Más aún cuando las carencias afectivas exigen ser rellenadas, aunque sea a golpes de inanidad…

Y Juan (ese Juan) tal vez habrá escuchado de su madre pues eso, que qué bien que empiecen las clases porque ya no te aguanto… Y a Juan esas palabras no le habrán sonado a broma, por el simple hecho de que no lo eran… Quizás por eso se refugie en su cuarto y se meta en otro mundo, virtual, peligroso... El real y propio le produce arcadas…

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Juan oye/oyó/oirá hablar, después, de las pensiones que no llegarán, de que la cosa está chunga, de que el extranjero (en franca descomposición) dejará de ser placer para mudarse en supervivencia de emigrante forzado, de que cualquier político ignorante llega lejos aunque, por no tener, no tenga ni la ESO que ahora a él sí le exigen… Después le dirán que estudie, que se prepare… Y esas palabras, aun siendo ciertas, se desharán por el aire sin llegar al receptor o, a lo sumo, llegarán sin credibilidad…

Es una imagen repetida, si… Los alumnos aguardan –lo iteras- en las puertas de los centros… Y sientes miedo (¡natural!)… Porque son muchos los molinos por abatir… No siendo menores los políticos a los que la educación se la trae al pairo (aunque vociferen lo contrario). Es siempre más fácil gobernar en país de incultos e iletrados –lo saben-. No vaya a ser que a los súbditos, de repente, les dé por pensar y sentir… Son los mismos políticos que dan preferencia a los resultados de las próximas elecciones antes que al porvenir de sus nietos, en manida frase de Churchill… Aunque los de ahora se lleven la palma… Ni ellos, ni los de antaño, observaron esa imagen, ni tan solo la vieron… A fin de cuentas, lo único relevante es un efímero titular en el que se diga/mienta que el curso ha comenzado con normalidad…

Afortunadamente son legión los profesores que, a diferencia de esa madre, no se sentirán molestos por la presencia, no de un niño, sino de cientos… También son legión los padres que igualmente han hecho, hacen y harán lo que deben. Y tendrán, ambos colectivos, que cogerse hoy de la mano… Porque, sencillamente, están muy solos ante los invisibles monstruos que pululan por una sociedad mezquina, política, monetarista, inmoral, que va a por Juan, que va a por todos los juanes de este país… Incluso por el suyo…