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Julio y agosto tienen nombres de emperador romano. En agosto de 1945, hace 71 años, se lanzaron dos bombas atómicas sobre ciudades japonesas. En las guerras todo vale. No hay piedad ni se respetan las leyes. El afán destructor arrasa con todo. La guerra actual ha mutado y es sin cuartel, porque un cuartel es fácil de localizar y ahora todo se ha vuelto anónimo, difuso, sospechoso. Sin enemigo, no hay guerra.

Nuestros enemigos nos atacan por los flancos más vulnerables y una sociedad abierta es más vulnerable que una autoritaria al estilo de Trump o Erdogan o Maduro. La democracia no existe si no se la defiende. Es una conquista extraordinaria que tiene muchos y variados detractores.

Julio y agosto dan a este país cada vez más ingobernable un aire vacacional. Seguirá muriendo gente por el odio larvado como un alien y esparcido con la ayuda de las ambivalentes redes sociales/criminales. En agosto de 2016 los Juegos Olímpicos no vendrán con tregua como en sus orígenes, qué tiempos aquellos.

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«Julio, agosto y Mahón, los mejores puertos del Mediterráneo son», dijo Andrea Doria, que antes de ser una barriada fue un navegante genovés.

Julio está acabado, agosto pasará, pero el puerto de Mahón permanece a través de los siglos, dando cobijo a todo tipo de embarcaciones. Abrigo en invierno, recreo en verano.

Julio y agosto nos dirán si somos capaces de entendernos o de no entender nada. Julio César ha muerto. ¡Larga vida a Augusto!