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Siempre solemos valorar más lo escaso, en cambio lo que abunda parece vulgar. Eso puede pasar con el patrimonio histórico y arqueológico. Uno puede pensar qué más da una cueva o hipogeo más o menos, si en Menorca se levanta una piedra moderna y debajo se hallan restos talayóticos. Es así: la Isla cuenta con 1.490 bienes declarados de interés cultural. Es posible que la cueva prehistórica de So na Parets no figure en el listado, o quizás sí, el Consell no lo revela, pero en el fondo, la cuestión importante es el valor que le damos a este patrimonio. Los destrozos en la finca de So na Parets Vives motivaron la sanción más elevada impuesta nunca en Menorca en materia de patrimonio. La forma en que se resuelva este conflicto marcará un precedente y mostrará cómo actúa la administración en defensa del tesoro arqueológico.

La sensibilidad ha cambiado. Recuerdo hace casi 40 años cuando la brigada municipal abrió zanjas en la calle Sant Isidre de Ciutadella, una de nuestras zonas de juegos. Aparecieron huesos y montones de cerámica. Nosotros recogimos algunas piezas, nos parecían parte de un tesoro y organizamos una pequeña exposición. Nadie se alarmó por el destrozo. Hoy, cualquier obra necesita la autorización de Patrimonio. Incluso quienes realizan obras en su casa y descubren restos de valor histórico están obligados a comunicarlo, aunque pocos lo hacen y quienes son responsables cívicos, a veces se arrepienten por las complicaciones posteriores.

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Hace años, algunos aficionados recorrían los yacimientos con detectores de metales. En algún bar de la Contramurada, debajo de un cuadro de George III, se mostraban piedras buenas muy interesantes.

En definitiva, el patrimonio talayótico es de todos y su defensa también nos compromete.